Giuliana Calambrogio
Crisis humanitaria y democrática en América
A propósito de la reciente Asamblea General de la OEA
El 26 y 28 de junio del presente año se realizó en Medellín la 49° Asamblea General de la OEA. Esperábamos con ansias las decisiones políticas sobre los gobiernos dictatoriales de nuestra región, con ilusión encontramos a Gustavo Tarre Briceño, embajador designado de la Asamblea Nacional, representante permanente de Venezuela designado por el Gobierno de Juan Guaidó.
En las salas y los pasillos todos estaban deseosos de acordar las resoluciones que ayudarían a develar los gobiernos de Maduro y Noriega como gobiernos que no respetan el orden democrático, pilar fundacional de la OEA. Sin embargo, los escollos empezaron antes de lo previsto, pues el embajador de Bolivia presentó una moción para invalidar la acreditación de la delegación venezolana ya que, según el criterio ideológico del Gobierno de Evo Morales, dicha delegación no era representativa del “gobierno democrático de Nicolás Maduro”, quien en abril de 2017 expresó por escrito que su país se retiraba de la OEA.
Más sorprendente fue que, en evidente minoría, países como México, Nicaragua y Uruguay respaldaran dicha moción. Sin embargo, el apoyo a Venezuela por parte de los países hermanos fue de una mayoría significativa, y su presencia en la 49 ° Asamblea General fue ratificada. Lo que nadie previó fue que el embajador de Uruguay, con una actitud incompatible con el diálogo democrático abandonara la Asamblea, pues su país no podía avalar la presencia de dicha delegación. Según sus propias palabras, esa presencia “constituía un atropello a la institucionalidad de la OEA”, pues era una delegación que no representaba al gobierno democrático elegido por Venezuela.
Sin la presencia de Uruguay durante los días posteriores de trabajo, se ha reafirmado la necesidad de ayudar a Venezuela y se ha ratificado el compromiso asumido en Lima para que sea reinstaurada la democracia venezolana. Durante la participación del representante de Venezuela ha quedado en evidencia que los casi cinco millones de desplazados venezolanos son una prueba de la falta de libertad en dicha nación, lo que al mismo tiempo se ha convertido también en un reto para los países hermanos que acogen a los venezolanos.
Venezuela ha pasado de ser una economía próspera a tener hoy la crisis humanitaria más grande en la historia de la región. Algunas de las cifras que brinda la realidad de Venezuela son preocupantes:
- 7 millones de venezolanos no alcanzan en salario mínimo, que bordea los 3 dólares mensuales.
- 6.5 millones de personas están en un estado de total precariedad.
- 3.5 millones de personas se encuentran en estado de desnutrición y extrema vulnerabilidad.
- 350,000 niños están en peligro inminente de muerte por hambre.
Después de intensos días de debate y negociaciones se logró el tan ansiado objetivo: aprobar por mayoría las resoluciones que declaran que en Venezuela no se respeta el orden democrático. Ojalá esta declaración pronto genere nuevas acciones conjuntas que rectifiquen la orientación de esta región
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