Guillermo Vidalón
Crecimiento institucional
Con un gran déficit presupuestal, necesitamos las mayores inversiones

Las manifestaciones de hace unas semanas demostraron que la juventud no está tan ajena a los acontecimientos políticos que ocurren en el país. Cierto es que la vacancia del ex presidente Martín Vizcarra fue legal, como también lo es el hecho de que los jóvenes no salieron a respaldar una eventual restitución de quien, según informes de la Fiscalía, estaría seriamente comprometido en una serie de denuncias de sobornos.
Al grito de “que se vayan todos”, los jóvenes manifestaron su desazón porque la disminución del ritmo de crecimiento, registrada durante los últimos nueve años (gobiernos de Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, el interregno de Manuel Merino y, ahora, Francisco Sagasti quien esperemos ejerza la presidencia hasta el próximo 28 de julio de 2021), comprometía seriamente sus esperanzas de vivir en un país mejor. Peor aún cuando la pandemia ha agudizado el desempleo, afectando a millones de peruanos.
Hay quienes desean aprovechar el malestar de la juventud para implementar su propia agenda, alejada de lo que representa el Estado de derecho en un país democrático. Al respecto, la juventud debe ser consciente de que ningún cambio constitucional es garantía suficiente para atraer inversiones. Lo que requiere el país para crecer es generar confianza, y eso solo se logra con reglas claras y sostenidas en el tiempo. La Constitución de 1979 redujo la producción per cápita en 25.9%, en tanto que la Constitución de 1993 la incrementó en 93.6%.
Cuando alguien decide realizar un emprendimiento, lo primero que formula es un plan de negocios, una estimación de sus ingresos y egresos. En función a eso, que se denomina “flujo de caja”, es que decidirá si invierte o no, si requiere contratar más gente para que lo apoye en su proyecto. Y si todo va bien, decidirá reinvertir la riqueza generada en su negocio –que ya conoce– o diversificar sus actividades, para contrapesar riesgos a futuro.
La clave del éxito de los países no difiere mucho de los consejos que usualmente suelen formular los padres a sus hijos: “dedícate a aquello que más disfrutes, porque eso lo harás cada vez mejor; luego vendrán los frutos”. Y la diversificación responde al dicho de “no poner todos los huevos en una misma canasta, porque la canasta se puede caer”.
La administración de un país no difiere mucho de los principios básicos de una sana economía familiar. Si los gobernantes tienen la lucidez suficiente –y hacemos votos porque el presidente Sagasti disponga de ella–, sabrán que los ciudadanos tienen legítimo interés en desarrollarse en aquello que consideren más conveniente. Un agricultor quiere hacer agricultura, un ingeniero de minas quiere hacer minería, y así sucesivamente. Pero,todos deben ser conscientes de que ocupan un mismo espacio, que debe ser compartido. Y quien lidera la nación tiene que hallar los mecanismos más adecuados para que todos se complementen, no se obstaculicen y satisfagan sus expectativas.
Cuando se habla de diversificación, se busca evitar el riesgo de que la canasta se caiga. Recordemos que hubo quienes pensaron que el Perú podía dedicarse exclusivamente al turismo. La pandemia ha demostrado que eso habría sido un grave error. En la actualidad, con un gran déficit presupuestal, es conveniente atraer las mayores inversiones posibles. Y esas se encuentran en la minería.
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