Carlos Adrianzén
Contención medieval, mercantilismo y socialismo
Contener no basta, hay que superar la recesión

Tal como lo esbozamos la semana pasada, enfocando las curvas epidemiológica y recesiva, la salida de la contención debe darse conforme los achatamientos de esas curvas se consoliden. Aplicar o quebrar apresuradamente la contención resultan opciones tan destructivas como no superar inteligentemente la recesión que la contención genera. Para ponderar esto es menester tener en cuenta que una contención realmente efectiva no es un arrebato retórico, ni basta con las intenciones. Implica una gestión muy seria.
Aunque coincido con quienes la etiquetan como un imperativo moral, es crucial ponderar que aplicar exitosamente un régimen de contención social requeriría de recursos, de una institucionalidad y de la capacidad desmontar prácticas de ilegalidad o informalidad prevalecientes por décadas. No es para nada una tarea fácil. Aunque no se atrevan a declararlo, muchos entienden que ésta sería una tarea inverosímil en el Perú actual.
Y es que la labor de identificar poblaciones de riesgo, personas sanas, infectadas e inmunes; luego consolidar zonas rojas (hasta la desaparición de la pandemia) implican una tarea costosa y sofisticada. Repito: se requieren recursos, de una institucionalidad y de la capacidad desmontar prácticas de ilegalidad. Lo fácil (o medieval): aplicar una proscripción vertical, sin tener capacidad de clasificar y aislar, despierta tremendas contraindicaciones. Como lo plantea el auditor español Tomás Morales Durán, “no evita los contagios, los aviva dentro del grupo en el que se confina, castiga a los ciudadanos y transgrede los derechos humanos, sin justificación real y –tal vez lo peor– destruye la economía y el tejido productivo”. Puntualmente, no achata la curva epidémica y en cambio maximiza la recesión.
De estas reflexiones emergen implacablemente tres preguntas: ¿Tenemos realmente la capacidad de hacer algo más que desplegar una popular pantomima? ¿El Gobierno está evitando efectivamente contagios y encapsulando zonas, o solamente transgrede derechos y recesa la economía? Finalmente, ¿Tiene capacidad concreta de contener efectivamente? Es decir: de priorizar drásticamente el gasto estatal y desmontar –siquiera parcialmente– arraigadas prácticas informalidad en todo el país. Asumamos que –a pesar de no contarse con evidencia sustantiva a su favor– el gobierno estuviese logrando algunos avances de contención social a lo medieval. En este caso, recordemos que contener no basta, hay que simultáneamente superar la recesión o la depresión que esta genera.
Aquí aparecen otros planos problemáticos: la ideología y la demagogia socialista-mercantilista. Necesitamos no solamente recomponer la cadena de pagos, sino estimular la recuperación. Por un lado, los mercaderes y los demagogos locales han descubierto que este es un momento desesperado donde fácilmente se pueden pedir regalitos (exoneraciones tributarias, expropiaciones previsionales, quiebre de la disciplina monetaria, controles, suspensiones perfectas de ciertos contratos, o créditos a nunca pagar a nombre de las pymes, etc.). Por otro lado, ese oxímoron denominado la tecnocracia de izquierda, nos vende ahora que el mercado ha muerto. Que otra, vez es, momento de robar jubilaciones, controlar de precios, subsidiar indiscriminadamente o hacer condonaciones demagógicas de todo tipo. En este ambiente, un personaje comentaba esta semana en un periódico local que en esta coyuntura ya no había espacio para economistas liberales o de mercado. Confundía un caso especial (la recesión keynesiana asociada con la proscripción de actividades de producción y consumo) con una regla. Sí, al no tan puro estilo de Carbonetto, Saberbein o Vásquez Bazán en los oscuros días gobierno del APRA y la Izquierda Unida.
Cuando se da una gran contracción monetaria es menester reinyectar demanda nominal (vía políticas fiscales y monetarias expansivas) aunque estas per se no sean medidas suficientes. Tal como lo contrasta Amity Shlaes cuando en su crónica sobre la Gran Depresión (El Hombre Olvidado) rastrea la agonía creciente de los creyentes en el New Deal, la evidencia empírica y las historias de los ciudadanos individuales, que a través de su valiente perseverancia ayudaron a restablecer el crecimiento competitivo de la economía norteamericana en los años posteriores. No fue el gasto de Gobierno lo que impulsó la recuperación posterior. Fueron las condiciones de mercado, bajo la política monetaria que corrigió la gran contracción monetaria.
Es pues simplemente torpe –y hasta suicida– ceder ante las mediáticas recetas de mercaderes y progresistas. Personajes que vociferan a nombre del coronavirus por exoneraciones tributarias, quiebre de contratos, controles de precios e intereses, suspensiones perfectas, o créditos a nunca pagar a nombre de las pymes, etc. Justamente las medidas que harían mucho más difícil una recuperación competitiva.
Por el contrario. Como plantea Robert Baldwin, hay que actuar rápido y hacer lo que sea necesario para Contener y la economía se recupere. Esto es, permitir que las personas trabajen y consuman bajo prácticas de mercado inteligentes. Nada de negligencia en términos de Salud, pero nada de demagogia y mercantilismo. No lo olvidemos nunca, no importa que tan novedosos se presenten; los mercas y los progresistas sudamericanos tienen dos arquetipos: Cuba y Venezuela. Dos estrepitosos fracasos económicos y totalitarios. En el Perú de hoy ya es momento de aplicar una cuarentena inteligente. No una medieval, mercantilista y socialista.
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