Guillermo Vidalón

Constituir la clase dirigente

Para generar conciencia y servir de vínculo con la ciudadanía

Constituir la clase dirigente
Guillermo Vidalón
23 de mayo del 2018

 

Los peruanos habitamos en el mismo territorio desde hace miles de años, un territorio que nos ofrece una inmensa variedad de oportunidades para desarrollarnos. Somos cuna de la más antigua civilización americana, anterior a la de Mesoamérica y equiparable en el tiempo con Egipto, y fuimos el imperio más importante de la vasta Sudamérica. ¿Por qué? Porque en cada estadio de nuestro desarrollo hubo un grupo dirigente que lideró, integrando al conjunto de pobladores en una visión compartida.

El inca Pachacútec expandió el Tawantinsuyo y mantuvo al Cusco como el “ombligo del mundo” andino. El Virreinato duró tres siglos, hasta principios del siglo XIX, y la riqueza del territorio y su ubicación geográfica fue determinante para el control de la América española. Por eso también se dilató la lucha de independencia, aunque se produjeron rebeliones tan importantes como la de Túpac Amaru II.

El Perú nace en medio del fuego cruzado entre quienes querían la independencia y quienes dudaban si serían capaces de administrar este vasto territorio. Por eso la propuesta de Bernardo de Monteagudo de traer a un príncipe europeo para establecer un linaje con alguna descendiente de la nobleza inca. Las discrepancias dificultaron la consolidación de un grupo emergente que lidere a la nueva nación.  Por un lado, los realistas en la sierra; y por el otro, la corriente libertadora de José de San Martín, y luego con Simón Bolívar. Las dictaduras fueron el camino de la auroral república, caudillos militares en busca del poder.

Hasta que llegó Ramón Castilla. Durante sus gobiernos (1845-1851 y 1854-1862) derogó el tributo indígena, que se había constituido en un lastre social heredado de la Colonia, y liberó a los esclavos, que en adelante pudieron tomar sus propias decisiones sobre permanecer o no en las haciendas donde generalmente trabajaban. Además ordenó las cuentas fiscales, honró la deuda de la independencia, modernizó los servicios públicos, adquirió armamentos para proporcionar seguridad, entre otros.

El Gral. Rufino Echenique (1851-1855)  prosiguió con la política de reconocimiento de deuda de la independencia, denominada “Consolidación”.  Como muchas veces ha ocurrido, el erario nacional terminó desfinanciado y el futuro quedó sujeto al pago de los empréstitos contraídos. La riqueza guanera propició delirios de grandeza a la generación de entonces, que no se percató de que la verdadera grandeza se genera en función al esfuerzo, la disciplina, la vocación por el ahorro y la inversión.  

Manuel Pardo fue el primer presidente civil (1872-1876), miembro y representante de un grupo económico que también asumió el poder político. La guerra del Pacífico volvió a frustrar la consolidación de un grupo emergente.  El civilismo de comienzos del siglo XX volvió a intentarlo; José Pardo (hijo de Manuel) gobernó dos periodos (1904-1908 y 1915-1919). Durante los gobiernos civilistas, la inspiración fue una visión integral de país. Lamentablemente, la incipiente estabilidad democrática se vio interrumpida por el oncenio de Augusto B. Leguía.  Los años siguientes fueron de continua inestabilidad democrática.

Primero el guano y después el salitre, permitieron financiar las escasas líneas férreas de las que disponemos hasta la actualidad. Con excepción del tren central, que se concluye gracias a los recursos aportados por la producción de plata de Cerro de Pasco.  Previamente a ello, el traslado era en carretas o en recuas de mulas o llamas.

El Perú fue escenario de muchas experiencias de gobierno, con caudillos que emergían concitando el interés popular para después decepcionarlos. Hoy existe una clase política que se organiza en facciones y emplea discursos políticos que van de un extremo a otro, con tal de mantenerse en el poder.  No les interesa generar conciencia ni convertirse en vehículos de transmisión de la ciudadanía hacia los niveles de gobierno.

Del otro lado tenemos a grupos económicos respetables y consolidados, porque los otros siempre serán los menos. Lo cierto es que, más temprano que tarde, tendrán que asumir su responsabilidad ante la colectividad nacional.

 

Guillermo Vidalón
23 de mayo del 2018

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