Un año para concluir una pista

Recorrimos por primera vez la recién estrenada pista (de diecisiete calles o un kilómetro) en un taxi, cuando uno de los pasajeros que miraba de lado a lado por la ventana, planteó la consabida pregunta que resuena por todas partes, y que no puede ser otra: ¿por qué demoran tanto las obras en Lima?

Uno dijo que la principal razón de la demora (así lo había escuchado de un vecino, y este de otro vecino) era que, al momento de avanzar la obra, se encontraron con que los servicios de desagüe eran demasiado antiguos. La empresa responsable de los servicios de saneamiento y desagüe debía reemplazarlos para retomar la obra. 

Otro opinó que antes de iniciar el trabajo de renovación de la pista, el municipio debió trabajar de manera más cercana con dicha empresa a la hora de elaborar los expedientes técnicos. Si el municipio y la empresa hubieran conversado más entre ellos, quizás la obra se hubiese inaugurado a tiempo.

Y otro más, tercero a bordo, resumió su punto de vista, diciendo de forma enfática, que todos entendimos: “Siempre es la misma vaina, por eso andamos jodidos”, y siguió prendido del timón. 

No tardamos en recorrer de principio a fin la obra aplazada por más de un año, y, les juro, que, en el momento en que llegamos a un descuidado parque ubicado al final de la pista, que se puede transitar en pocos minutos, los tres a bordo, volvimos a decirnos: ¿más de un año para hacer esta pista? ¡Por eso andamos jodidos!