Guillermo Vidalón
Una visión, dos candidaturas
Resulta estratégico que dos grupos con visión compartida copen el debate político

El próximo año, el Perú renueva todas sus autoridades, desde al ámbito municipal hasta el gobierno central; pasando por el Poder Legislativo, que inaugura una nueva cámara. En adelante habrá diputados, senadores regionales y senadores de distrito único.
La complejidad en los respectivos procesos electorales será enorme, mayor inclusive si para cada posición existe un gran número de organizaciones políticas sin ideologías que las defina, sin planes de desarrollo debidamente estudiados, sin equipos de gobierno. La improvisación estará presente, así como una gran expectativa de asirse de los recursos del Estado que, al fin de cuentas son parte de la riqueza generada por los contribuyentes, sean personas naturales o jurídicas.
¿Qué hacer? Esa es la gran pregunta. Los sectores políticos que confían en la libre iniciativa de las personas coinciden en que el Estado es en gran medida una traba burocrática que obstaculiza, en lugar de ayudar, para que la calidad de vida de sus ciudadanos mejore. Por eso, la puerta de escape es la informalidad.
No es que el peruano se oponga al cumplimiento de las normas, es que quienes administran la aplicación de estas generalmente solicitan algún beneficio para viabilizar la autorización A, luego la B y así sucesivamente. En cada paso que deba transponer el ciudadano de a pie tiene que destinar horas de trabajo y, además, “conceder” parte de su capital para trabajar bajo el formato establecido por el aparato burocrático del Estado.
Si existe una visión compartida entre grupos de pensamiento afines, por qué participar en el próximo proceso electoral con opciones políticas divididas. Por estrategia electoral se entiende que haya dos opciones con objetivos similares, pero muchas más representan un gran riesgo de dispersión del voto y hasta de pérdida de un objetivo que debe ser común.
En todo proceso electoral hay posiciones diversas, que van desde las izquierdas y el centro hasta la denominada derecha. Quien resulte ganador en las elecciones es aquel que sume al centro del espectro político hacia su visión y logre inclinar la balanza electoral a su favor. En ese sentido, resulta estratégico que existan dos grupos con visión compartida que debatan y copen el escenario del debate político. Que A y B confronten ideas para presentarse ante la ciudadanía como las opciones responsables con capacidad ejecutora más que discursiva.
Un candidato debe ser cautivante ante la opinión pública, entender que debe establecer un vínculo emocional además de transmitir que es una persona trabajadora y orientada al pragmatismo en el ejercicio de la función pública.
Las elecciones del 2016 colocaron en los primeros lugares a Pedro Pablo Kuczynski y a Keiko Fujimori. Las expectativas de la población eran enormes, pero esos líderes no estuvieron a la altura para establecer consensos en la administración del Estado. Un escenario similar, diez años después, es posible; pero es indispensable que exista capacidad de renuncia para evitar poner nuevamente en riesgo al país.
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