Jorge Morelli
Chicharrones de la libre competencia

No era por el amor a la moralización
Pienso que el destape de la corrupción en Latinoamérica ha sido un plan cuidadosamente ejecutado mediante el recojo sistemático, durante muchos años, de información sobre la corrupción regional, diseñado y operado por servicios globales de inteligencia públicos y privados, que en el momento oportuno pusieron toda la información en manos de las fiscalías de la región. Desde la megacorrupción de la FIFA hasta la de las constructoras brasileñas, todo ha de haber sido cuidadosamente documentado, mientras simultáneamente se empoderaba a las fiscalías de la región. Cuando todo estuvo listo, la masiva información les fue entregada.
Aunque la ética en los negocios públicos es el subproducto positivo de esta operación, no es el amor al chancho de la moralización la motivación principal, sino a los chicharrones. Es algo perfectamente legítimo. Durante años, las empresas globales fueron desplazadas de las licitaciones de infraestructura pública en Latinoamérica por las argollas mercantilistas locales. Brasil fue el caldo de cultivo inicial que luego contaminó toda la región. La consecuencia del desplome de la corrupción será que en adelante veremos empresas constructores globales participando en las licitaciones latinoamericanas.
No hay nada criticable en este interés. Al cabo, la libre competencia empoderada por el megaescándalo del siglo será la mejor garantía contra la corrupción en lo sucesivo. Incluso en el presente.
En efecto, las empresas globales que compitan en licitaciones en la región tendrán que estar a la altura de dos vallas en su actuación. Primero, blindarse contra toda posible sospecha de corrupción, que arruinaría irremediablemente la oportunidad de negocio. Y, segundo, realizar un trabajo técnico impecable, eficiente, bien presupuestado, sin adendas y dentro de plazos estrictos, de modo de no enturbiar ni con la sombra de la sospecha el nuevo mercado abierto con tanto esmero.
Es una especie de garantía que permite que se les abran las puertas sin temor en las próximas licitaciones de la reconstrucción posterior a El Niño a las constructoras globales para competir limpiamente, de igual a igual, con las empresas regionales y locales. ¿Tienen ventaja las primeras sobre las segundas por economías de escala? No importa. El Perú es el que tiene que ganar en primer lugar.
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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