Heriberto Bustos
Asumiendo vergüenzas ajenas
Los numerosos escándalos en torno al presidente Castillo

De manera constante los peruanos venimos ruborizándonos y aceptando asumir vergüenzas ajenas. Buscamos, más que explicaciones, alguna justificación de nuestra precaria formación para discernir y razonar adecuadamente frente a una serie de hechos que ponen en peligro el funcionamiento democrático del país. Ello es así conforme lo precisaba Francis Bacon, porque nos hace falta contar con el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de falsedad. Lo cual se relaciona con aspectos centrales del pensamiento crítico, entendido como la capacidad de analizar y evaluar las actitudes o comportamientos de las personas o colectivos y censurarlos o aceptarlos
Ejemplos de lo señalado abundan. Sin embargo, tan solo recordemos (por su cercanía), por un lado, la defensa cerrada de muchos compatriotas al comportamiento de por sí antiético de Martín Vizcarra, acusado por haber tenido vínculos con empresas privadas durante su gestión como ministro de Transportes y Comunicaciones durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski; y por otro, su silencio (agachando la cabeza, como quien acepta “un error de apreciación”) tras la decisión del Congreso de la República de inhabilitarlo por cinco años para ejercer la función pública tras infringir el artículo 126 de la Constitución por el caso Obrainsa, cuando se desempeñaba como titular del MTC entre el 2016 y 2017.
Otro caso inaceptable, constituye el accionar del actual presidente de la república, comprometido junto a familiares cercanos en una especie de aprovechamiento de licitaciones otorgadas a través del ministerio de transportes, la denuncia de plagio de su tesis para optar el grado de magíster y la explicación poco convincente y a medias tintas de la comisión encargada (por la universidad comprometida) de opinar sobre el particular. Y últimamente las acusaciones del empresario Zamir Villaverde sobre el fraude electoral realizado tanto en la primera como en la segunda vuelta favorable para su asunción al gobierno; señalando que el presidente Pedro Castillo logró ganar las elecciones presidenciales de manera fraudulenta.
Villaverde afirma conocer la identidad de quien “lideró, planificó y coordinó al más alto nivel este trabajo con el Jurado Nacional de Elecciones”; e indica además que el equipo técnico encargado de esta burda operación actuaba desde su domicilio en Surco. Menciona que su vida se encuentra en peligro al estar recibiendo presiones por parte del actual ministro de Justicia Félix Chero y del asesor del Consejo Nacional Penitenciario José Gómez Medina, para abstenerse de dar información sobre el particular.
Si bien estas o acusaciones deben ser investigados y probadas, constituyen una oportunidad para que las instancias responsables de explicar esta acusación como lo son la Oficina Nacional de Procesos Electorales y el Jurado Nacional de Elecciones; al igual que las responsables de sancionar estos hechos, asuman su tarea y muestren al país una luz de esperanza por sacudirnos del oprobio que arrastra la corrupción. Y un ejemplo no solo de justicia sino también de recuperación de valores como la verdad, honestidad y el respeto que tanto necesitamos en estos momentos de crisis económica, política y moral.
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