Iván Arenas

Antifujimorismo: el error histórico del vargasllosismo

Se quiere vetar a una fuerza de derecha emergente y popular

Antifujimorismo: el error histórico del vargasllosismo
Iván Arenas
29 de noviembre del 2017

 

La bronca entre el fujimorismo y el liberalismo –aglutinado alrededor del vargasllosismo— ha llegado a un punto de no retorno. La pasada portada de El Comercio, en la que se asegura que Keiko Fujimori recibió dinero de Odebrecht para su campaña presidencial, revela que de una u otra manera las cosas entre ambos grupos (uno de marcado arraigo popular y el otro limeño y elitista) no tendría compostura.

Ahora bien, ¿por qué consideramos que es un error histórico el veto que el liberalismo vargasllosista y los denominados liberales políticos hayekianos intentan sobreponer sobre el fujimorismo a toda costa? Por una sencilla razón: el fujimorismo es una fuerza que asegura la continuidad del modelo económico y político en medio de la conmoción de la corrupción brasileña y el escaso liderazgo del Gobierno pepekausa. La presencia del fujimorismo en el mundo emergente y popular no solo asegura que las vigas de la economía de libre mercado continúen firmes, sino que además se ha convertido en un dique que impide que la izquierda desarrolle un proyecto político en los sectores populares.

¿Qué habría en el mundo popular sin la presencia del fujimorismo? Tremenda pregunta. Seamos realistas. Probablemente ese espacio sería llenado hoy por Gregorio Santos o Antauro Humala, y entonces la democracia liberal estaría en un serio aprieto.

No obstante, el liberalismo vargasllosista, en una sorprendente alianza contra natura con la izquierda limeña, sigue desarrollando el antifujimorismo como una guerra de religiones. ¿Por qué? Porque se persiste en la idea de que el fujimorismo tiene todavía una herencia autoritaria que en momentos críticos —se asegura— no duda en lucir. Las denuncias contra el fiscal de la Nación y los miembros del Tribunal Constitucional reafirmarían el anterior razonamiento. Lo que no se dice es que la sobrerreacción fujimorista ha evitado, hasta el momento, la bien pensada estrategia de judicialización que un sector de la izquierda, medios de comunicación y la Fiscalía intentaban desplegar contra Keiko Fujimori, a propósito de las revelaciones en torno a la corrupción de las empresas brasileñas.

 Pero al César lo que es del César. El vargallosismo intenta olvidar un detalle: no se quiere contar que el fujimorismo ha participado de cuatro elecciones sucesivas en democracia, y que ahora hace un esfuerzo para organizarse como un partido político institucional. Incluso a pesar de que la media antifujimorista agita las ocurrencias del kenyismo. En ese sentido, también va la última declaración de la congresista Úrsula Letona, que ahuyenta para siempre los supuestos rumores de que Fuerza Popular buscaba una posible vacancia del presidente PPK tal como los antifujimoristas habían predicho. ¿Dónde está el supuesto talante autoritario de la primera mayoría en el Congreso? Lo que ha existido es una sobrerreacción fujimorista para evitar el veto que el establishment de todas las tendencias —liberalismo e izquierdas— quieren imponer. Un veto similar al que hubo contra el aprismo en el siglo XX.

El error histórico del vargasllosista, de querer vetar a una fuerza de derecha emergente y popular, podría tener varias consecuencias; entre ellas debilitar al fujimorismo y beneficiar, por ejemplo, la emergencia de Gregorio Santos para las elecciones del 2021. Santos viene recorriendo las regiones del Perú con un proyecto claro y sin miramientos. ¿Qué sucedería si Gregorio Santos logra entrar a una segunda vuelta con Keiko Fujimori en el 2021?

Imagen: ATV

 

Iván Arenas
29 de noviembre del 2017

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