Jorge Varela
Allende hace medio siglo
Una crónica de su fracaso

El sociólogo Eugenio Tironi, uno de los integrantes de esa casta dorada de intelectuales que pertenecieron al Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu), grupo contagiado de postmarxismo que en 1969 se desprendió de la Democracia Cristiana para formar parte de la Unidad Popular (UP), (coalición que llegó a La Moneda con Salvador Allende), ha publicado un artículo en que expone su visión acerca de lo que ocurrió en Chile hace 50 años (Eugenio Tironi, “Salvador Allende, 50 años de inmortalidad” (El País, España, 26 de agosto de 2023).
Una sociedad dividida
Su escrito de carácter apologético en el cual resalta la figura de Allende, tiene el trazo firme de la autenticidad cuando reconoce un hecho crucial: en 1973 “la sociedad chilena” “estaba profundamente dividida en dos bandos irreconciliables. La población asumía que no había más salida que la imposición de un bando sobre el otro”.
Según Tironi, la coalición de partidos que formaban la Unidad Popular estaba fracturada frente a la estrategia del presidente Allende, quien buscaba una tregua para ampliar su base de apoyo y evitar el quiebre inminente del Estado de derecho. El Partido Comunista lo respaldaba, pero su propio partido, el Socialista, así como fuerzas satélites (el Mapu entre ellas) se oponían. La situación que vivía el país no les inquietaba, simplemente confirmaba lo que siempre habían sostenido: que el proceso de cambio conduciría inevitablemente hacia un enfrentamiento armado. Lo urgente era no hacer pausas, sino prepararse para abordar la nueva fase: la revolución socialista. (artículo señalado)
Camino al fracaso socialista
La idea era avanzar hacia el proyecto de socialismo que Allende caracterizaba como “democrático, pluralista y libertario”, ha escrito Tironi. Pero, para concretar esa utopía se requería de apoyos.“¿Cuál fue el motivo por el que fracasaron los intentos de acercamiento que podrían haber evitado el 11 de septiembre de 1973? El debate se ha vuelto a abrir en Chile a raíz de la conmemoración de los 50 años del golpe: para unos fue la intransigencia de la Democracia Cristiana, para otros el rechazo del Partido Socialista a las propuestas de su propio líder, Allende, y para algunos la falta de resolución del presidente. Pero en realidad la causa de fondo hay que buscarla más allá del comportamiento de los actores”. Sí, siempre que quienes participaron en el proyecto estuvieran dispuestos a asumir su cuota de responsabilidad; y siempre que no olvidaran su pretérita adhesión a la divisa rectora del “contra viento y marea” y su obsesión por “avanzar sin transar”.
Inmolación y desquite
Allende pudo haber seguido el camino que le indicaba su intuición, incluso al costo de romper con su partido. “Quizás era lo que tenía planeado hacer ese mismo 11 de septiembre –como sostienen numerosas versiones–, llamando a un plebiscito que con certeza perdería. O quizás lo tenía descartado, porque prefería inmolarse antes que desatar una guerra fratricida al interior de la izquierda. No se sabe; sobre lo que sí hay certeza es que, en sus últimas palabras desde La Moneda, se despidió del pueblo”,….“pero omitió cualquier mención a esa Unidad Popular que fue creada por sus propias manos, así como a sus partidos, dirigentes y militantes. En un orador eximio como él, esto no es un olvido sino un desquite”.
Allende: el personaje imperturbable
“Mirado en perspectiva, el 11 de septiembre de 1973 fue la implosión final y definitiva de un Chile que tuvo a Allende entre sus protagonistas mayores, y que a él le correspondió encabezar en la hora de su ocaso”.
“Allende fue elegido en 1970 con la promesa de revertir los signos de erosión que el proyecto venía mostrando; pero en lugar de hacerlos retroceder, finalmente los aceleró. Esto precipitó un cataclismo que sacudió a la sociedad chilena desde sus raíces y que se impuso sobre la voluntad de los actores políticos de todos los signos. Su cadáver tendido en un salón de La Moneda representó el fin de una época, con todo lo que ella tuvo de utopía y de tragedia”.
Eugenio Tironi, –un intelectual que siendo ‘joven mapucista’ adhirió a dicha utopía–, le rinde homenaje personal al hombre que la encarnó: “Allende quedó grabado en la memoria larga de Chile y del mundo entero por su estampa como un presidente que decide resistir en defensa de sus principios –y, de paso, de la Constitución–; como la autoridad democrática que no acepta transacciones en su beneficio; como el jefe que ordena salir de La Moneda y salvar sus vidas a aquellos cuya hora de inmolarse aún no había llegado y que debían contar la historia; como el líder que pide a sus seguidores no sacrificarse en vano; en fin, como el ser humano que se quita la vida para evitar que se esfume el recuerdo de lo que representó”.
“Es por eso que Salvador Allende no ha dejado de estar presente en la vida de Chile desde el 11 de septiembre de 1973. Para unos como un oráculo, para otros como esperpento, o un incómodo convidado de piedra; pero ahí está, imperturbable, inapelable, inmortal” (artículo señalado).
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