Heriberto Bustos

“Al toro, por las astas”

Para salvar el año escolar en medio de la crisis

“Al toro, por las astas”
Heriberto Bustos
30 de marzo del 2020


A fin de evitar el contagio y consecuencias del Covid-19, se ha determinado la implementación de un periodo de cuarentena, que en la práctica se expresa en una especie de “congelamiento” o “inmovilidad” de muchas actividades, comprometiendo el normal desarrollo de labores económicas y sociales en general. En el caso de la educación, la postergación del inicio o suspensión del año académico en todos los niveles es causa de preocupación, por ello no resulta extraño muchas opiniones de naturaleza emotiva, técnica, política o de interés económico. Todas expresan la angustia de si nuestros hijos perderán o no el año escolar. Y con el respeto que merecen, parecen apartarse de una realidad mayor, del problema principal:
el cuidado, defensa o amparo de la vida.

Lo señalado dista mucho de la negativa al desarrollo de actividades educativas en casa y a la utilización de los distintos medios de comunicación o tecnologías de información. Por el contrario, intenta llamar la atención sobre un hecho real que constituye nuestro talón de Aquiles: los peruanos y con mayor razón nuestros hijos muestran serias limitaciones en cuanto a leer y comprender lo que leen. Un problema que venimos arrastrando por más de dos décadas. Y, ¡quién creyera!, para afrontarlo resulta oportuno este momento de aislamiento familiar. 

Para entender la magnitud del problema resultan suficientes los siguientes datos: en cuarto grado de primaria 34 estudiantes de 100 saben leer (en Lima 43); mientras que, en segundo de secundaria, la situación es más dramática 16 de cada 100 saben leer (en Lima 25). A ellos, preocupados por el cumplimiento del currículo, pretendemos bombardearlos por Internet con la ejecución de tareas diversas; si las brechas digitales son considerables, utilicemos la inteligencia para no hacerlas mayores.

Para ayudar a que nuestros hijos aprendan a leer, no se necesita consultores o empresas entendidas en diagnósticos o en “invención” de métodos, tampoco destinar millones. Tan solo requerimos del compromiso social y empresarial, lo cual significa proponer a los empresarios de televisión que sus programas de “diversión” (financiados por empresas privadas) se sumen a una gesta histórica, para la promoción de la lectura. Sobre su importancia, Mario Vargas Llosa sentencia: “Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría”.

A los “expertos” y administradores de la educación, valdría recordarles que las competencias, los contenidos, las habilidades y actitudes que forman ciudadanos libres, responsables y sanos, tienen como punto de partida que ellos sepan leer y comprender lo que leen; que los espacios educativos no se restringen únicamente a la escuela, que la mayoría de los aprendizajes se producen en el barrio, hogar, trabajo, a través de medios de comunicación. Y que los agentes educativos no son exclusivamente los maestros, pues participan en esa tarea los padres, hermanos, abuelos, vecinos, entre otros. 

Ahora que la familia se encuentra junta, encarguémosle la misión de fomentar la lectura. A los empresarios de la comunicación, demandémosle promover el hábito por la lectura a través de la programación de espacios gratuitos. A los docentes que bien conocen a sus estudiantes, apoyarlos en esa dirección. Y al ente rector debemos conminarlo a que asuma coherentemente el futuro de nuestros hijos.

Heriberto Bustos
30 de marzo del 2020

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