Cecilia Bákula
2021: de los sueños a la realidad
Se necesita fortalecer las instituciones fundamentales

Tengo la percepción de que este año que recién iniciamos, el 2021, es uno de los años más esperados en los últimos –por lo menos– 50 años. Y ello no solo por el deseo urgente de que la vacuna contra el temible Covid-19 sea una realidad, sino también para que sea una realidad accesible a la totalidad de los ciudadanos del mundo. Y que esa accesibilidad, a un recurso médico y científico, pueda dejar atrás meses de dolor, miseria, desesperación, impotencia, crisis y angustia, junto a la visible y escandalosa incapacidad de nuestras autoridades para enfrentar con eficiencia y realismo esta pandemia.
Pero la pandemia, que ya ha sido de por sí una prueba muy grande para los peruanos, ha tenido que convivir con muestras muy graves de ineptitud, inmoralidad, robos y mentiras que nos han llevado a creer un poco menos, si aun es posible, en las personas que han ostentado el poder político en estos tiempos.
Ellos son responsables del quiebre del respeto a la institucionalidad, de la desorientación de las nuevas generaciones y de la falta de valores asociados; entre otros, el amor a la patria, el respeto a las normas, el deseo de ser útiles y de servir por el placer de hacerlo. Nos han conducido por un mundo de grotesco consumismo y personalismo en donde puede uno caer en la tentación de creer que el mundo empieza y termina en uno mismo.
Y si bien todo ello es grave, a mi criterio es aún más triste que, estando ya en el año del bicentenario de nuestra independencia, se hayan perdido los años anteriores, la oportunidad de enrumbar y promover el conocimiento de esa efeméride. Se ha perdido la oportunidad de rescatar lo mucho, muchísimo, de positivo que hay en esos primeros años de nuestra vida independiente, en los que con el esfuerzo de muchos, se soñó con un futuro diferente, con un ordenamiento político serio y con la voluntad de que el nuestro fuera un país grande no solo en extensión, sino grande en logros y en la administración de sus inmensas riquezas.
Por aquel entonces, el Perú era el virreinato que, cual perla preciosa, concentraba poder, riqueza y prestigio, y era ansiado por todos. Por ello, y en esas circunstancias, se requirió la presencia de hermanos de América para consolidar la independencia con la que se firmó la libertad de todo un continente. Y esas no son pocas palabras, no son pocos éxitos; son y deben ser motivo de exaltación, recuerdo, aprendizaje e investigación actualizada.
Hoy, 200 años después, parece que no hemos aprendido las lecciones vividas. Nos enredamos en un populismo barato, en luchas internas que conducen solo al desgaste; se ha entronizado el denostar y mancillar famas y honras, publicar y acusar sin sustento, destruir prestigios. Y buscar a cualquier coste el beneficio personal, sobre todo cuando este se orienta al enriquecimiento económico, muchas veces sucio y manchado de pus y de putrefacta hiel. Eso no construye patria, solo debilita a la sociedad y pone en riesgo los fundamentos mismos de lo que queremos ser.
Las generaciones jóvenes deben recibir educación, y no solo una pésima instrucción. Quizá quienes promueven este sistema educativo tan pobre no se percatan de que están sometiendo a una enorme generación a mantener condiciones de manumisión, pues se les está capacitando para el fracaso y, por lo tanto, para poder optar solo por subempleos y explotación que los privará, definitivamente, de un futuro de progreso.
No obstante esa cruel realidad, miro el joven 2021 con esperanza y con fe; con el deseo de seguir creyendo que el futuro es un derecho para nuestro pueblo, que la salud es una obligación para ser otorgada por el Estado, como lo son la educación, la seguridad, el progreso y las mejoras en infraestructura. Deseo el fortalecimiento de las instituciones fundamentales, y respeto para quienes ostentan y ejercen justa y legal autoridad.
Una oportunidad especial se nos presenta con el derecho y la obligación de participar en el proceso de elecciones generales que tendrá lugar en abril próximo. Recordemos que nuestra democracia es imperfecta y que nuestra participación, en la mayoría de los casos, concluye al momento de participar en los comicios. Por ello, entendamos bien la diferencia y la responsabilidad que hay tanto en votar como en elegir.
Que este año de nuestro bicentenario sea mejor para todos.
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