LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Las Bambas y los políticos
Frivolidad frente al mayor megaproyecto de cobre del Perú

Que en el Perú falta un Bolsonaro empieza a convertirse en un hecho acuciante. Los políticos están demasiado influenciados por el establishment mediocre que ha llevado el Perú —a través de los gobiernos de Toledo, Humala, PPK y Vizcarra— al borde de un abismo. No solo se trata de la guerra Ejecutivo - Legislativo que libraron el fujimorismo y el pepekausismo, con el triunfo parcial del presidente Vizcarra, sino también de la imposibilidad de discutir una sola reforma trascendente para el futuro del Perú (laboral, de infraestructura o de educación, por ejemplo).
Además de darle la espalda a las reformas urgentes —no aquellas que levantan popularidad a tontas y locas—, los políticos empiezan a convertirse en simples espectadores de los incendios nacionales. La indolencia, por ejemplo, con respecto a la crisis de Las Bambas, el megaproyecto de cobre que aporta cerca del 1% al PBI, es un fenómeno digno de estudio. ¿Acaso se imaginan a los políticos colombianos y chilenos asumiendo una actitud parecida? Imposible.
A nuestros políticos parece que les preocupa en extremo que los acusen de promineros. ¡Santo Dios, acaso es un insulto! ¡Para un político que observa las cosas desde el desarrollo nacional y el interés de los pobres debería ser un halago! Sin la minería no se podría explicar el momento económico y social único del Perú —con el mayor índice de reducción de pobreza de su historia— pese a las guerras Ejecutivo - Legislativo y el referéndum de Vizcarra.
¿Por qué nuestros políticos temen el estigma de proempresa y prominero? La mayoría de ellos carece de un posicionamiento ideológico. Finalmente, la fiesta de bancadas que se cancelan y surgen en el Congreso lo atestiguan. Es el mundo del pragmatismo que se desató luego de los noventa. En este contexto, el espacio público ha sido copado por los sentidos comunes construidos por los neomarxistas y las izquierdas en general. La idea de que la minería moderna contamina —pese a tener los estándares más altos del planeta— es compartida por la mayoría de las estrellas públicas.
Pero eso no es todo. No solo los políticos están capturados por el sentido común de las izquierdas, también un gran sector de medios tradicionales que ignoran que Las Bambas y el sector privado financian más del 85% de los ingresos fiscales. En otras palabras, paran la olla de los contratos de publicidad estatal.
Algo así no sucedería en ningún país con un equilibrio ideológico mediano. En el Perú hasta un portal antiminero y anticapitalista como Ojo Público pasa como un medio independiente que, incluso, fiscaliza las virtudes de la noticia. ¡increíble! ¿A qué vamos? Los políticos parecen cómodos frente a la reducción del problema de Las Bambas a “un asunto entre privados”, tal como lo sostuvo Salvador del Solar, presidente del Consejo de Ministros. Frase memorable que sintetiza la frivolidad del espacio público peruano.
Y la crisis de Las Bambas solo se explica porque el Estado y los políticos fracasan en toda la línea. El Estado se llena los bolsillos con los impuestos que pagan Las Bambas y las mineras, pero es incapaz de redistribuir la renta minera construyendo carreteras, ferrocarriles, escuelas y postas médicas. En este contexto surgen pueblos y comunidades del siglo XXI alrededor de la minera, rodeados de la pobreza y el atraso de siglos pasados.
En ese momento aparece el radical antiminero con agenda anticapitalista o el simple extorsionador y, en vez de promover una alianza entre la comunidad y la empresa —como sucedería en cualquier parte del mundo— promueve la guerra contra la gran inversión. Y el político toma distancia. Una manera directa de sacar el cuerpo y evitar la responsabilidad.
COMENTARIOS