LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Las Bambas y la ideología de género
La urgente alianza entre liberales y conservadores

Uno de los méritos de las corrientes neomarxistas y de los sectores colectivistas —que se han propuesto imponer los sentidos comunes en la cultura— es haber distanciado a los liberales de los conservadores, a los defensores del mercado y la empresa privada de los padres de familia que pelean contra la ideología de género. La victoria ideológica del marxismo cultural es tan evidente que hoy Verónika Mendoza y Marco Arana pueden envolverse “en banderas liberales” defendiendo el derecho del Estado de difundir “una ideología de la tolerancia”, no obstante que ambos pretenden cargarse las inversiones y las empresas privadas, y defienden abiertamente al castrismo en Cuba y el chavismo en Venezuela.
En cualquier caso, en esta semana contemplamos las largas distancias establecidas entre los defensores del capitalismo y los sectores conservadores. Quienes defendían la inversión privada en Las Bambas ni siquiera se atrevieron a mencionar el peliagudo tema de la ideología de género. Y quienes peleaban contra la idea de que “la escuela pública” se convierta en un “centro de adoctrinamientos de tolerancias”, tampoco intentaron defender el mayor megaproyecto de cobre del Perú.
Sin embargo, entre la defensa de Las Bambas y la lucha contra la ideología de género hay una naturaleza común: la voluntad de pelear contra los fracasos y las intromisiones del Estado sobre la sociedad, las familias y las empresas en general. ¿Demasiado forzado? Los enemigos de Las Bambas, ya sea en la versión del extremismo anticapitalista o la versión caviar (IDL), parten del criterio de que a más Estado, más prosperidad y más derechos. Por ejemplo, el sueño de paralizar Las Bambas es la ilusión de bloquear todo el Corredor Minero del Sur. Es decir, de cancelar la producción de alrededor del 60% del cobre nacional y restarle cerca de 2 puntos al PBI. Un Perú sin minería es un país cerca de la recesión. En otras palabras, un país con tal descontento social que las elecciones del 2021 se convertirían en el proceso de linchamiento del modelo y la Constitución de 1993. Con semejante escenario solo hay un camino: más Estado, más colectivismo, más anticapitalismo.
Paralizar Las Bambas, entonces, es empoderar cada vez más al Estado. Los padres de familia que luchan contra la ideología de género, que pelean contra el ensanchamiento de las funciones estatales en la formación educativa de las nuevas generaciones (el viejo sueño comunista de la escuela que formaba las colmenas del mañana) deberían entender que si no defienden el mercado y la inversión privada, los sectores colectivistas, estatistas, estarán ganado la guerra. Lo mismo vale para los empresarios y los líderes potenciales de la derecha.
Si los defensores del mercado y la empresa privada no confluyen con los sectores conservadores para verbalizar, para organizar un gran movimiento ideológico y cultural de la centro derecha peruana, entonces, los neomarxistas —que en los últimos 30 años han frenado en seco el desarrollo del capitalismo con una maraña de sobrerregulaciones— ganarán largamente. Incluso los sectores del extremismo anticapitalista —como Gregorio Santos, Vladimir Cerrón y Antauro Humala— pueden terminar liderando la ola conservadora (se oponen tácticamente a la ideología de género) que, inevitablemente, se levantará contra el mayor exabrupto que han cometido los caviares en la escuela pública. Advertidos estamos, pues, para reaccionar.
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