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La República no llega con jacobinismo

El extraño republicanismo de Alberto Vergara

La República no llega con jacobinismo
Víctor Andrés Ponce
05 de mayo del 2019

 

El profesor Alberto Vergara, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en una especie de jefe de la congregación para la doctrina de la izquierda sobre la realidad nacional. Los periodistas de los medios tradicionales suelen entrevistarlo medio conmovidos ante tanto conocimiento. Una de las cosas que sorprende es que el hombre habla o escribe con un “saber de autoridad”, como si hubiese sido ungido en un cónclave secreto con “la verdad”. Todo lo demás es corrupción, fujimorismo y aprismo. Pero quizá lo más interesante es que Vergara pretende envolver el antifujimorismo o el histórico antiaprismo con el concepto de República o de republicanismo.

En el artículo "La república no llega sola", publicado en El Comercio, el hombre respalda todas las estratagemas que ha desarrollado la izquierda para dividir al Perú entre quienes defienden la corrupción y quienes supuestamente luchan contra ella. Y lo hace ignorando la profunda tensión que atraviesa a la sociedad, alrededor de capitalismo y anticapitalismo, y la construcción de la institucionalidad republicana, tal como ha sucedido con todas las repúblicas modernas que han logrado consolidarse.

Asimismo, llama sobremanera la atención que un republicano defienda todo el proceso que ha llevado adelante Vizcarra, con el referéndum y el control de instituciones claves (como la Fiscalía de la Nación) en base a movilizaciones de mayorías circunstanciales, registradas en las encuestas. En la tradición republicana el concepto de República siempre fue antagónico a la imposición de las mayorías sobre las instituciones, a la plebe legisladora. Asimismo Vergara se suma a las campañas favor de una justicia plebiscitaria. Por ejemplo, respalda el intento de denigrar el último acto de Alan García; obviando que iba a ser detenido sin acusación fiscal ni juicio oral, a semejanza de lo que pasaba en la ex Unión Soviética.

¿Por qué un republicano tendría que defender las encuestas de Ipsos que decretaban “las verdades constitucionales” a los aterrorizados congresistas, quienes se limitaban a aprobar los mandatos de Vizcarra? Es evidente que defender a este Congreso —con tal cantidad de yerros acumulados— puede parecer inapropiado para cualquiera, pero el deber mínimo de un republicano es mantener cierta distancia del proceso en el que “las masas reforman la Constitución”.

Me pregunto: ¿Por qué un republicanismo tan extraño? De pronto se lee la razón: Vergara considera que las revoluciones de Francia y Estados Unidos son equivalentes en la formación de la tradición republicana moderna. Grave error conceptual del nuevo demiurgo que la izquierda ha ungido, o quizá un intento de ocultar el debate que sacudió la tradición anglosajona alrededor de la revolución de París.

Edmund Burke y Thomas Paine, dos ingleses seminales en el republicanismo moderno, respaldaban la Independencia de Estados Unidos y ambos eran conocidos por los padres fundadores de la gran nación del norte. Igualmente alentaban los derechos de las colonias del Imperio británico porque atentaban contra “los derechos naturales del hombre”. Sin embargo la revolución en Francia los dividió para siempre: Paine sostuvo que el asalto de las turbas a la Bastilla era la refundación de la sociedad en base a los derechos naturales del hombre. Burke replicó que el asalto de la plebe —que arrasaba a la sociedad construida, las instituciones y la forma de gobierno— no construirá un mundo mejor. Proponía que cualquier cambio o reforma debía hacerse desde los activos institucionales y sociales existentes.

En 1792, tres años después de la revolución francesa, Robespierre y la Convención desataron el terror. Más tarde, Napoléon hinchó Europa de cementerios. Burke tuvo razón, y fundó el conservadurismo moderno. O para ser precisos, Burke y Paine fundaron las derechas e izquierdas anglosajonas modernas, respectivamente, antes de El capital de Marx y del asalto de la turba bolchevique.

Los padres fundadores de Estados Unidos, indirectamente, se sumaron a la tradición republicana de Burke. Cuando a ellos se les preguntaba si la arquitectura institucional de Estados Unidos era una democracia, en el acto respondían que no. Estados Unidos era una República porque las democracias habían existido en Grecia y Roma. Y ambas fueron engullidas por la plebe y el asalto de las mayorías, sobre todo cuando César cruzó el Rubicón.

Según la verdadera tradición republicana, una República es elegida por la mayoría; pero nunca se gobierna con ella, sino con el equilibrio, el contrapeso de las instituciones, con un solo objetivo: controlar el poder.

Por todas estas consideraciones, el profesor Vergara tiene una obligación académica ineludible: explicar de dónde proviene su republicanismo, que contemporiza con el asalto institucional de las mayorías. Si hay un error, por favor, disculpen el atrevimiento. A veces se debe cuestionar a los dioses locales.

 

Víctor Andrés Ponce
05 de mayo del 2019

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