LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La ideología oficial del “género”
Poder Judicial empodera al Estado sobre familias en educación

La Sala Constitucional de la Corte Suprema declaró infundada “en todos sus extremos” la demanda de acción popular que interpuso el colectivo Padres en Acción contra la incorporación del “enfoque de género” en el currículo de educación básica del Ministerio de Educación (Minedu). Con esta decisión, si bien el caso se cierra en la jurisdicción nacional, se inicia un camino de polarización que algunos creen que se podrá controlar. Se equivocan de principio a fin.
La llamada ideología de género, tarde o temprano, desatará un fenómeno social que influirá no solo en la sociedad sino también en el curso de la política. ¿Por qué? Una minoría de iluministas —sobre todo neomarxistas e izquierdistas— cree que “la sociedad se puede transformar desde la escuela”. Y si eso es posible, entonces la educación básica necesita “una ideología oficial” que forme la colmena del futuro, la sociedad de los “hombres tolerantes”. Pero la conclusión final es que el Estado, el Leviatán, debe ser la herramienta de la gran transformación. Una pregunta que requiere honestidad intelectual: ¿este tipo de narrativas acaso no les recuerda los proyectos de la escuela comunista, nazi, o la gran Revolución Cultural de Mao?
El Estado convertido en “el gran maestro de la tolerancia” es una idea aterradora en pleno del siglo XXI, luego de que el marxismo y el comunismo convirtieran el siglo XX en un campo de batalla. La irresponsabilidad de estas corrientes neomarxistas e iluministas, que se han apoderado del Minedu y que han construido los sentidos comunes dominantes en los medios tradicionales, es que no perciben que están provocando una reacción conservadora que —a mi entender— será más fuerte y poderosa que las olas de derecha en Brasil o Estados Unidos. ¿Por qué? Tal como decían los intelectuales del novecientos peruano: antes que el Perú eran el Ejército y la Iglesia, y después del Perú seguirán siendo el Ejército y la Iglesia. Hoy podemos decir que después del Perú será la cristiandad (católicos y evangélicos), una mayoría abrumadora que todavía permanece silenciosa más allá de que haya convocado las concentraciones más masivas de nuestra historia.
¿Qué padre cristiano va a permitir que el Estado viole principios que le parecen irrenunciables? ¿Qué familia cristiana dejará que sus hijos abandonen sus confesiones? ¡Dios mío, acaso no se dan cuenta lo que hacen!
La maldita discusión sobre la ideología de género que fomentan estos sectores neomarxistas se da en la escuela. No en el Parlamento, en donde se aprueban las leyes que pueden establecer derechos y obligaciones para las minorías sexuales. Discutir leyes sobre derechos en una sociedad abierta la consolida. Pretender instaurar una “ideología estatal oficial”, la asesina.
Considerando las consecuencias en el mediano plazo la cosa es más grave de lo que parece. La gran paradoja es que, más allá de algunos entusiastas empresarios o de una clase media de ciertas lecturas, entre los grandes defensores de la ideología de género están las llamadas izquierdas caviares, neomarxistas, los seguidores del Frente Amplio, Nuevo Perú, y en general de esta especie de oleada anticapitalista que se registra en el Perú contra las inversiones mineras, la agroexportación y todos los sectores con alta intensidad de capital.
Y otra de las grandes paradojas: el capitalismo de los últimos 28 años —tal como ha sucedido en la historia de la humanidad— es el que ha construido la mayor igualdad entre hombres y mujeres de nuestra historia. Las mujeres controlan la mayoría de negocios de Gamarra, y la inversión privada en educación ha posibilitado masificar la universidad para nuestras féminas. Sin embargo, se aparece un puñado de neomarxistas y nos dicen que el Estado es el gran igualador.
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