A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Activistas del grupo ambientalista Just Stop Oil arrojaron sopa de tomate sobre el cuadro “Los girasoles” del pintor holandés Vincent van Gogh (1853-1890), que se expone en la Galería Nacional de Londres. “¿Qué vale más, el arte o la vida?” dijo una de las activistas, Phoebe Plummer, una londinense de 21 años de edad. La acompañaba Anna Holland, de 20 años, de Newcastle quien continuó el discurso de su compañera: “¿Vale más que la comida? ¿Más que justicia? ¿Te preocupa más la protección de un cuadro o la protección de nuestro planeta y de las personas?”.
Las mencionadas jóvenes evidentemente militan en el ecologismo radical, una de las variantes del progresismo y de los marxismos encubiertos (sobre todo trotskistas) que pretenden señalar que el mundo ha llegado a un momento de extinción, por los más de dos siglos de revolución industrial del capitalismo. Únicamente basta señalar que sin el capitalismo las ciudades del mundo estarían sumergidas en bosta de caballo y el aire repleto de moscas porque el señor Ford no habría inventado el motor “modelo T”, que revolucionó la ecología, la belleza, la salud e incluso el aire de las ciudades. Se reemplazaron los caballos y sus inevitables digestiones. Sin ese capitalismo no estaría en marcha el reemplazo del parque automotor actual por los autos eléctricos y la energía solo se basaría en combustibles fósiles y carbón. Si miramos las cosas así, el capitalismo está salvando el medio ambiente y el anticapitalismo lo está destruyendo, tal como sucedió con los países de la ex Unión Soviética.
El anticapitalismo lleva a cuestionar todas las herencias culturales académicas y artísticas de Occidente. Este movimiento de barbarización ya ha derribado estatuas de los clásicos griegos, de los padres fundadores de Estados Unidos, ha mancillado “La Monna Lisa” de Da Vinci y ahora “Los Girasoles” de Van Gogh.
Just Stop Oil es una asociación conservacionista que se opone a que el Gobierno británico conceda nuevas licencias de extracción de petróleo y gas. El portavoz de esta asociación explicó posteriormente por qué las activistas arrojaron sopa al cuadro: “La crisis del costo de vida es parte del costo de la crisis del petróleo. El combustible es inasequible para millones de familias con frío y hambre. Ni siquiera pueden darse el lujo de calentar una lata de sopa”. Durante las últimas dos semanas, Just Stop Oil ha estado realizando plantones en las principales calles del centro de Londres, enfureciendo a los conductores y viajeros. El ataque contra la Galería Nacional es, entonces, parte de una escalada de sus protestas.
Hace algunos meses una investigación del diario británico The Times develó que detrás de estos grupos ecológicos, tanto ingleses como de otros países, está una variedad de empresas (principalmente lobbies), académicos y hasta think tanks. "Estas compañías se están preparando para la mayor bonanza de contratos gubernamentales de la historia: la ecologización de las economías occidentales”. Según esa investigación, detrás hay unos potentes intereses económicos y ciertas empresas cuyo modelo de negocio es producir energía sin combustibles fósiles, recogiendo por el camino millones de subvenciones de los gobiernos.
En este portal ya hemos señalado que el “ecologismo radical” es una invención de los marxistas contemporáneos que dicen querer “detener el capitalismo destructor del planeta”. Estos “ecologistas revolucionarios” han asumido esa lucha casi como una guerra santa, una guía para la acción política, y como una de sus principales armas en la “guerra cultural” que están librando contra la democracia y la libertad. Estas ideas del ecologismo radical son transmitidas, a través de las escuelas, a los niños desde muy temprana edad, en lo que ya se ha convertido en un adoctrinamiento descarado. Por eso no es de extrañar que hasta hayan surgido niños “líderes” ecologistas, como la famosa Greta Thunberg. Y por eso tampoco extraña la juventud de las activistas que han cometido el atentado contra la obra de Van Gogh.
Cabe señalar que el verdadero ecologismo busca el equilibrio del ser humano y el medio ambiente natural, en el que vivimos y del que dependemos. No se trata de una guerra entre la humanidad y la naturaleza, como pretenden hacernos creer los ecologistas radicales. No se trata de destruir las más sublimes obras de arte creadas por la civilización humana (en este caso “Los girasoles” de Van Gogh) para reparar el posible daño que los hombres le hayan hecho a la naturaleza. Esa es una forma demasiado infantil de abordar el tema. De lo que se trata es más bien de mitigar cualquier cambio negativo que el hombre (la modernidad, las industrias) puedan ocasionar en el planeta. Y es algo en lo que ya se está trabajando decididamente en todo el mundo.
El cuadro “Los girasoles” forma parte de una serie de cinco obras similares pintadas por Van Gogh cuando vivía al sur de Francia, y es una de las imágenes más famosas del mundo. En 1987, una de los cuadros de esta serie se vendió por 39 millones de dólares. La imagen, como gran parte del trabajo del artista holandés, celebra la belleza de los objetos cotidianos ordinarios: una flor, una silla, un zapato.
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