Iván Arenas
Trump: más allá del antiwokismo
Trump, en primer lugar, define los intereses del país que gobierna

La prédica “anti woke” de la primera plana del partido republicano (con Trump y Vance a la cabeza) durante las elecciones pasadas, y desde que han tomado el gobierno estadounidense, convocó –y aún lo hace– a un gran sector del mundo occidental que promovía con avidez a Trump a ganar la presidencia. El anti wokismo de Trump reclutaba a liberales “austriacos”, conservadores y al mundo empresarial de la derecha antiprogresista norteamericana y –cómo no– mundial.
No obstante, las últimas decisiones de la administración republicana han dejado al aire a quienes ayer fueron entusiastas promotores y defensores de Trump. Las amenazas arancelarias a Canadá y México, a pesar de tener un tratado de libre comercio, la defensa irrestricta a la industria norteamericana, la amenaza a Taiwán por los chips y a Panamá por el Canal, los golpes a la Unión Europea, y un largo etcétera han generado zozobra en una parte de quienes defendieron a Trump y compañía.
Quizá, estimado lector, antes vale decir que el “movimiento woke” se emparenta con el posmodernismo, que no es otra cosa que la renuncia a la razón y a la universalidad por el particularismo, las pequeñas identidades, entre otras. El wokismo, en el sentido griego, es una ideología disolvente de los estados nacionales. El “trumpismo” representó –y aún lo hace– la “batalla cultural” contra todo lo anterior. Sin embargo, las decisiones presidenciales de Trump, como decíamos, han generado contrariedades dentro de sus propios defensores. En economía, ¿es Trump un libertario –a lo Hayek– o es un proteccionista? Quizá entonces valga hacer diversas puntualizaciones concretas para dilucidar todas las preguntas que surgen alrededor del trumpismo.
Ahora bien, incluso, muchos antes que Maquiavelo escribiera su tratado sobre el poder, hacer política requiere sobre todo “hacer política real”; es decir. entender que no obstante de los principios y valores (la ética y la moral) hay un mundo que gira con contradicciones y que hay dialécticas de Estados e Imperios, intereses económicos y políticos, disputas geopolíticas, luchas por los recursos naturales y los mercados. Es decir, existen intereses nacionales que deben ser defendidos porque la política ante todo es la continuidad y duración en el tiempo de la sociedad política, de la polis, es decir la “eutaxia”, en este caso, de un estado-nacional.
Trump, por lo tanto, tiene –en primer orden– que cumplir y defender los intereses nacionales y cuidar de su sociedad política de ataques disolventes (como la ideología woke) que rompen la idea unitaria de un estado nacional. Por lo tanto, Trump, hará todo lo posible para que los Estados Unidos, la primera potencia imperial en el presente en marcha, pueda continuar su propia “eutaxia”.
Que todo lo que haga Trump afecte los intereses peruanos o sudamericanos, es otra historia. Valorar si es bueno o malo lo que haga un gobernante con tal de preservar la sociedad política es harina de otro costal. Estados Unidos, como todo país, está hecho de hombres buenos y malos, pero siempre pensando en los intereses nacionales.
Trump, será el que tenga que ser. Será liberal cuando la geopolítica así lo determine, será guerrero cuando haya que serlo y será protector de su economía otro tanto. La reunión EE.UU. - Rusia para “tratar” la “cuestión ucraniana” refrenda todo lo que digo. Trump sabe que esa guerra la está pagando el contribuyente norteamericano y tiene que acabarla.
COMENTARIOS