Eduardo Zapata
Té de tías
¿Cuántos CADES han sido dedicados ya a la educación?

Seguramente las Conferencias Anuales de Ejecutivos (o CADES) nacieron con buenas intenciones. Surgieron para reunir a líderes en diferentes ámbitos para que abordasen temas y propuestas urgidos por el Perú.
Lamentablemente, con el tiempo estos eventos han ido deviniendo en actos sociales en los que confluyen mayoritariamente personas cuyos intereses distan del propósito original. Empresarios, lobistas, relacionistas públicos, políticos escrupulosos y también de los otros, influencers, impulsadores e impulsadoras y obvio también artistas. ¿El propósito? Hacer negocios y lograr un barniz social. La idea original devino, pues, en un té de tías realizado en un ambiente agradable.
No sé cuántos CADES han sido dedicados ya a la educación. Con ilustres invitados internacionales. Pero con cero escucha y cero resultados. Allí está nuestra mísera educación escolar y superior –universitaria y técnica– para ponerlo en evidencia.
Comento lo anterior porque si algo pudo lograrse con todos esos CADES educativos fue, por lo menos, afianzar una conciencia compartida respecto al valor de la educación en una sociedad. Obvio que habríamos esperado más propuestas, pero al menos –y a falta de ellas– hubiésemos esperado un esclarecimiento acerca de cómo los países desarrollados han alcanzado esos niveles invirtiendo en la educación. Y ello empieza por valorarla. Pero ni eso hemos logrado con nuestro té de tías.
Todo esto viene a cuento a propósito de la incapacidad moral permanente del actual inquilino de Palacio de Gobierno. Se le acusa cotidianamente de muchas cosas. Todas ellas ciertamente graves, pero la mayoría sujetas a especulaciones, comprobaciones, verificaciones y dilaciones en el tiempo. Dilaciones que resultan más que esperables en un país en que el sistema judicial en su conjunto está al servicio del poder.
Y vuelvo a CADE y al supuesto logro de la valoración de la educación. Pues no me cansaré de repetirlo: hay en el documento llamado tesis, atribuido a la pareja presidencial, un cuerpo de delito. Pistola humeante y cadáver yacente. Razón más que suficiente para acusar constitucionalmente al señor Castillo. Pero como al parecer en el Perú la palabra robo se reduce a lo económico, y no hemos interiorizado la importancia de la educación en toda su amplitud, la apropiación ilícita de la propiedad intelectual no parece constituir delito efectivo alguno. Allí están el Ministerio Público, la Sunedu y la mismísima Universidad César Vallejo atribuyéndose ´responsabilidades´ acerca de la determinación de si el documento llamado tesis constituye un delito y a quién corresponde la sanción respectiva. Cuando el asunto es más que evidente.
Dejémonos de hipocresías y de dilaciones. Los que crean realmente en la educación tienen en sus manos la oportunidad de gatillar la acusación constitucional.
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