Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao

Los audios publicados por Willax involucran inevitablemente al presidente Pedro Castillo. Si continúa su mandato –logrado aparentemente torciendo la voluntad popular, según denuncias no valoradas por el Jurado Nacional de Elecciones– se levantará en peso el país y entregará nuestras riquezas a la inteligencia cubana, promotora del vendaval bolivariano que azota a Perú y Latinoamérica. 

Los incendios de minas y el proyecto de nacionalizar Las Bambas no son hechos aislados, sino parte del plan de destrucción de la economía. En los 10 meses de la administración Castillo, el país dejó de recaudar por impuestos y regalías US$ 348 millones, debido a la paralización de las más importantes minas del país, lo que produjo la pérdida de miles de puestos de trabajo relacionados, directa o indirectamente, con la actividad minera. Y todo ello ha afectado principalmente la economía de los poblados más alejados. 

Castillo no puede continuar en la presidencia. Pero, repetimos, la dinámica del Congreso para lograr la vacancia presidencial no empata con la furia e impaciencia de la población. Las manifestaciones públicas son cada vez más multitudinarias, pero insuficientes para detener de una buena vez el avance del comunismo. 

A propósito, en un curioso editorial El Comercio, el lunes pasado, saludó a “quienes han salido a las calles a mostrar su indignación”. Pero –aquí el quid del asunto–, agrega que “la concurrencia (…) podría fortalecerse a favor de incluir más sectores y perfiles (…) apuntar a una convocatoria más amplia, de distintas fuerzas políticas (…) y sumar también a jóvenes universitarios y colectivos civiles que han sido en las últimas décadas grandes motores de cambio”. 

A las marchas contra Castillo acuden personas contrarias al marxismo e izquierdismo. ¿Con qué cara asistirían otras que, por ejemplo, señalaban que “Merino no me representa” y ocasionaron la muerte de dos jóvenes en una de sus manifestaciones? Ellos son los mismos que, sin ninguna duda, se pusieron la camiseta de Perú Libre durante las últimas elecciones, como personeros y miembros de mesa.

Castillo representa a la ineficiencia y corrupción, peligros graves para la estabilidad nacional, siameses en todo régimen fascista (“movimiento político y social, totalitario y antidemocrático que exalta el nacionalismo y promueve el corporativismo” dice una definición). No ha decepcionado; su biografía está llena de fraudes, plagios e incompetencia. 

Castillo sabe que por el Artículo 117 de la Constitución y la falta de votos suficientes en el Congreso de la República, no puede ser vacado. Y no renunciará. Es inútil esperar esta salida a la crisis de gobernabilidad ocasionada por la escandalosa ausencia de méritos en el Ejecutivo y el claro propósito de conducir el país hacia el socialismo. Si lo hace, terminará en la cárcel. No es una posibilidad, como tímidamente señalan quienes 10 meses atrás vivaban a Castillo. Pero la cárcel será el derrotero ineludible por la gravedad de las acusaciones y pruebas demoledoras que la Fiscalía acopia gracias –es un decir– a sus colaboradores eficaces. 

Castillo va ganando por la pasividad de los hombres buenos pero temerosos de enfrentar el comunismo. No obstante, una mayoría, otrora silenciosa, sale a las calles y le arrebata el protagonismo a ese “motor de cambio de las últimas décadas”, que supuestamente se lucía digno.

Castillo, como bueno, ha pedido permiso al Congreso de la República para asistir a la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles (Estados Unidos). Los presidentes asistentes seguramente sabrán de las sospechas que pesan sobre nuestro presidente: ser jefe de una organización criminal, tráfico de influencias y colusión agravada. ¿Se sentirán esos otros presidentes incómodos al estrechan su mano y compartir auditorio, escuchando el cuento del pollo? Te conozco bacalao…