Dardo López-Dolz
Manual del lobo para comerse a Caperucita
Compendio práctico redactado en base a la observación detallada
Encarcela al cazador, difámalo y mételo preso. Y si no puedes, asústalo enjuiciando eternamente a los cazadores más viejos y encarcelando a los cazadores de las de las comarcas vecinas. Así no habrá quien se anime a defender a Caperucita cuando decidas comértela.
Captura la educación de Caperucita y entrégala a las brujas y orcos del bosque. Busca sobre todo los de apellido rimbombante miembros del club del “tuvo” (yo tuve, tú tuviste, nosotros tuvimos) o a sus parientes pobres, o a sus copias aspiracionales, con el mismo tono de pantone de los primeros, para que no despierten sospechas. No los menosprecies: ilustrados ociosos y parlanchines. No serán soldados valientes, pero son el catalizador perfecto para la reacción química que deseas. Verás que al cabo de unos años acabarán convenciendo a Caperucita de que el lobo es la víctima del cuento, la abuela una racista y el cazador un asqueroso fascista; que ella es la culpable y deberá redimir al lobo aun a costa de su propia seguridad. Esos orcos y brujas, rozagantes presupuestívoros, serán un buen aperitivo para el festín cuando dejen de ser necesarios.
El caldo está a punto. Consigue entonces que el poder formal recaiga en el lobo más feo, tras librarse de tan feo lobo, Caperucita respirará tranquila con el reemplazo, sin ver la cola inmensamente más larga y antigua y los dientes mucho más afilados del sucesor y su jauría expectante.
Facilita entonces la labor de los coyotes. Impórtalos o contrabandéalos si no son suficientes o no son tan bravos. Pronto casi todos los que te pueden hacer problemas acabarán huyendo por temor, y siempre podrás deshacerte de quien siga estorbando y culpar de su muerte a los coyotes. La mayoría de los que se queden estarán tan asustados, pensando solo cómo evitarlos, que no te verán avanzar, crecer y fortalecerte. El miedo crecerá.
Una vez aterrados, la mesa estará casi servida. Inventa un personaje que los encandile, un lobo bien disfrazado y maquillado que prometa exterminar las hienas, mejor si alguna vez vistió algún uniforme (aunque esto no es indispensable). Con toda seguridad morderán el anzuelo, lo ovacionarán, le regalaran las frutas y flores del cesto, y votarán entusiasmados por él, entregando de paso el control del Congreso a su jauría.
Siéntate a la mesa y disfruta el festín.
Cualquier parecido con la realidad es mera casualidad.
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