Carlos Adrianzén
Manual del elector: Primera entrega
Los gobiernos más pobres, inestables y corruptos son siempre de izquierda
Me resisto a escribir para los candidatos. Ellos usualmente leen otras cosas y sus financistas y asesores saben bien que –para ser electos, si acaso llegan a contar ajustadamente los votos– solo tienen que ofrecer lo que el elector quiere oír. Bajo esta perspectiva, no les importa si lo que la gente desea resulta justamente lo que nunca va a pasar. Dicho esto, la pelota está en el campo de un electorado que –en promedio– tiene cinco o seis años de educación y que tiene el coco robado.
Le han enseñado lo fácil, y solo tres cosas. Primero, que somos ricos (sin serlo). Segundo, que todo puede ser alcanzado distribuyendo nuestras –reducidas– riquezas naturales “justicieramente”. Y tercero, que la izquierda (el socialismo) y la derecha (el capitalismo) no existirían; o que alguno de estos dos extremos sería bueno, justiciero, defensor de los pobres y que nos encarrilaría al desarrollo inequívocamente. Ergo, que el otro extremo ideológico sería una basura.
Como en nuestro país y en la región, abundan –o solamente hemos tenido– los gobiernos corruptos y fracasados (etiquetados o como de izquierda o derecha), muchos optan por el centro. Una posición equidistante entre los polos. Pero el centro político no existe. Y no solo algebraicamente.
Dadas las creencias iniciales, el centro peruano es solo centro-izquierda; y dados sus efectos negativos, terminan profundizando la opresión y mutan hacia la extrema-izquierda. Al final, no hay nadie en el espectro ideológico local que priorice la libertad de los ciudadanos. Ni cercanamente. Por ello, la derecha local enfocaría a aquéllos que están a la diestra del senderismo. Es decir, bajo la centro-izquierda. Con ello, como lo demuestra generosamente la historia económica peruana en sus dos siglos y pico, el fracaso económico estaría asegurado.
Pero… ¿por qué?
Hemos invertido largos párrafos sin definir qué es cada cosa. Y este es el quid del asunto.
El grueso de nuestra clase política, sus sesudos y acomodaticios intelectuales y nuestros electores, no se preguntan esto. Nos quedamos sospechosamente contentos con lo retórico. Cada polo acepta irreflexivamente que solamente su ideología sería buena, justiciera, defensora de los pobres y que nos encarrilaría al desarrollo inequívocamente. En estas líneas tiraremos al techo esta retórica y/o su racionalidad instrumental. Sus sentimientos y sus creencias también. En las dos entregas enfocaremos las ideas concretas detrás de lo que estamos hablando. Y sus consecuencias.
De modo que cuando vaya a votar usted podrá ponderar las consecuencias de lo votado sobre los más pobres y desvalidos, y también sobre sus familias y las de sus amigos, y también sobre el valor de su casa, su negocio y el nivel de vida que arrastrará por décadas, aunque persista en creerse rico sin serlo. No olvide lo que discutimos la semana pasada. Estamos hoy lejos de haber remontado la desgracia económica, institucional y social traída por los gobiernos socialistas-mercantilistas del periodo 1968-1989.
Además, recuérdelo, llamar las cosas por su nombre le servirá para saber qué tanto su candidato preferido –u odiado– (quien declararía ser de derecha o de centro), es solo otro candidato de izquierda, opresor hasta la médula. En la región, abundan los casos como estos en Venezuela (con el occiso Chávez) o en El Salvador (con el vivísimo Bukele). Y hasta los llaman de derecha… al principio.
Pues entonces… ¿qué implica la izquierda?
Parafraseando a Friedrich Engels, el Socialismo es la Antítesis del Capitalismo. Si este último, en su versión extrema -diría yo, ideal- implica altísimas libertades económicas y políticas; inversamente el Socialismo implica Opresión Política y Económica. Y ellos justifican la dictadura desde un pilar. Cuando usted trabaja se convierte en otro alienado. Alguien que perdió su humanidad y que debe ser oprimido… a nombre de acabar con la explotación en el mercado, el dominio patriarcal, el abuso a los géneros, el descuido medioambiental, etc. Lamentablemente para ellos la cronología de los grandes líderes socialistas de la historia reciente nos refiere a dictadores corruptos y genocidas… como Mao, Hitler, Stalin, Kim il Sung, Chávez o Castro.
Retórica versus conocimiento
Aquí, los datos –lo empírico– nos permiten borrar la creencia de cuerdas separadas. Desde que existen índices que capturan anualmente los niveles de libertad política (respeto a los derechos civiles o albedrío político) o económica (respeto a los derechos de propiedad privada y otros albedríos económicos) el discurso suele ser un disfraz. Usando la data, podemos identificar qué gobiernos oprimen. Y con qué indicadores de performance económica se asocian sus niveles de opresión. Hablamos de un régimen de izquierda, así nos refiramos a Cuba, Corea del Norte, China o El Salvador cuando se aplastan libertades. En cambio, si la data refleja que se respeta la libertad del pueblo, será un régimen de derecha; así se etiquete como socialista como en Finlandia, Suiza o Noruega. No importan las etiquetas, las creencias o los sentimientos, como en el caso del sexo. Se es hombre o mujer.
Bajo esta aproximación a la delimitación ideológica no anticipamos que –alguien que desea llegar al poder oprimiendo– acepte feliz que desnudemos su ideología. Y mucho menos si la data contrasta que los gobiernos más pobres, inestables y corruptos son siempre de izquierda/opresores.
Las nociones locales
Aquí, cuando aterrizamos en la nación de Miguel Grau, nos encontramos con muchos sinsentidos. La mal llamada derecha local implica gobiernos con alta opresión económica y política. Usualmente a nombre de pócimas románticas de corte mercantilista, socialcristiana, socialdemócrata o pragmática. Resultan regímenes opresores que rara vez defienden la libertad de los ciudadanos. Otros izquierdistas que, como tales, por sus errores -la pobreza, la corrupción burocrática, el estancamiento de sus periodos en el poder- se convierten en regímenes de extrema izquierda (Velasquista o senderista). Si, estimado lector, si usted revisa los índices serios de Libertad Económica o Política (digamos, Freedom House o Heritage Foundation), descubrirá que sus valores bajo los últimos gobiernos caen solo en rangos de centro o extrema izquierda.
Resulta irrelevante que alguno de ellos haya sido rotulado o auto etiquetado como de derecha, o de centro. Sus gobiernos registran índices de libertad bajísimos. Lo engañaron. Por esto les escribo. Insisto. En el Perú reciente no hay derecha. Nuestros analistas o líderes menudean discursos. Somos pobres, corruptos y atrasados justamente porque escogemos o toleramos la opresión. A nombre de la Justicia Social, una economía mixta o del ayudar a un sector o un proyecto. Desde las escuelas nos han enseñado a ser temerosos de nuestra propia libertad.
Así las cosas, el cántico de la primera estrofa del Himno Nacional manifiesta un fraude: no somos libres, y nunca lo hemos sido. Necesitamos serlo urgentemente, para dejar de ser pobres y de tolerar gobiernos corruptos.
La libertad se come y siempre es insolente.
¿Qué puede hacer usted hoy?
Conversemos un poco más esto en la segunda entrega. ¿Les parece?
Posdata: Retóricas fuera, si sus afanes de llegar al poder por la izquierda local le parecen justicieros, permítame discrepar con usted.
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