Eduardo Zapata

Los silencios también dicen

El presidente Castillo y la tentación de la inocencia

Los silencios también dicen
Eduardo Zapata
08 de septiembre del 2021


Atribuir a otro alguna culpa propia no es algo ajeno a nuestras experiencias infantiles. El ´yo no fui´ era expresión más que común cuando cometíamos alguna travesura. Y, ciertamente, si se nos pillaba en la mentira, la victimización era otra arma acaso eficaz para sacudirnos de la culpa. Parafraseando en fondo y forma el título de una obra del escritor francés Pascal Bruckner, se trataba de “la tentación de la inocencia”.

Ahora bien. Así como la no conducta no existe, tampoco existe el no decir; podemos no hablar, pero otros signos se encargan de decir lo que somos y pensamos. Ya en una nota anterior revelamos que estudios realizados por la Universidad de Oxford utilizando la realidad virtual buscaban analizar la conducta de las personas dependiendo de su altura. Las conclusiones eran contundentes: la baja estatura aumentaba las probabilidades de ser paranoico, desconfiado y de tener miedo a los demás. Y ya sabemos que la paranoia implica no solo desconfianza sino hasta la sensación de ser perseguido. De allí la agresividad, el rodearse de gente muy cercana aun cuando carezca de competencias y se rompan normas y protocolos; de allí la imposibilidad de búsqueda de consenso.

La atribución de culpas propias a terceros (la recurrente apelación al ´obstruccionismo´), pasando por la victimización (´los blancos y poderosos no aceptan a un humilde campesino´), acompañado ello de un verbo agresivo cuando está en ´sus´ plazas públicas, nos sitúan al señor Castillo en este sendero. Signos emitidos desde una más que posible patología severa que revela su permanente desconfianza hacia ´el otro´ y su confianza restringida a ´los suyos´.

Ya Erich Fromm, en su hermoso libro El Corazón del Hombre, nos advertía de lo que él llamaba una suerte de ´narcisismo maligno´. Aquel que se desarrollaba con el pretexto de pertenecer a un grupo determinado, tener un estatus especial y sentir que por ello ya alguien es merecedor de algo. Lógicamente ese narcisismo lleva a que si no te dan lo que crees merecer, se abren las puertas a la agresividad.

Probablemente lo hayan notado, pero del paso de ´humilde´ dirigente sindical del 2017 –que hacía caso a un burdo consejo de ¡tírate, tírate! durante una marcha- al último modo de caminar del señor Castillo hay una gran distancia. Obsérvenlo bien si no lo han hecho ya: como se diría coloquialmente ´le falta pista´. Un signo más de compensación a una baja estatura que no se suple con aumentar la copa de un sombrero ni con una prótesis en los zapatos.

Resulta imposible generar confianza cuando en el fondo no se confía en uno mismo. Creer ciegamente en una alteridad ideológica no es creer en sí mismo. Y este señor parece creer que las prótesis de crecimiento lo convierten en autoridad confiable. Señor Castillo: ya pasó su época de la tentación de la inocencia.

Eduardo Zapata
08 de septiembre del 2021

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