Antero Flores-Araoz
Las buenas formas en la política
Sobre la renuncia de Fernando Cillóniz al PPC

Hace ya un buen tiempo se están perdiendo las buenas formas en la actividad política. Lo que por supuesto no fue de golpe, sino paulatinamente, es que con el correr de los años pudimos apreciar que los buenos gestos políticos se convirtieron en historia, que se estudian, se aplauden, pero no necesariamente se replican.
Como ejemplo de lo dicho, recuerdo dos hechos que se convirtieron en emblemáticos. El primero cuando en una ceremonia oficial, en tiempos que Juan Velasco Alvarado –ilegítimamente por cierto– ostentaba la Presidencia de la República, el entonces alcalde de Lima, defensor permanente de la democracia, le prendió el cigarrillo, gesto de buenas formas que fuese criticado injustamente en ese entonces, pero que demostraba siendo adversarios políticos, ello no debía ahuyentar las buenas formas de la cortesía.
Años después, en la Asamblea Constituyente que aprobó la Constitución de 1979, en que participaban Víctor Raúl Haya de La Torre y Luis Bedoya Reyes, el primero social demócrata y el segundo social cristiano, de partidos diferentes, al último de los nombrados se le ofreció presidir la Asamblea Constituyente, ofrecimiento que en número de votos de suyo lo convertía a Bedoya en el presidente de la Asamblea. Bedoya se negó aduciendo que la Asamblea debería ser presididas por Víctor Raúl Haya de La Torre por sus credenciales democráticas, larga vida de luchador social y permanente soldado de la paz en la búsqueda de un Perú mejor. Le hicieron caso y don Víctor Raúl presidió la Asamblea hasta su deceso.
Una pena, pero actitudes como las señaladas se fueron perdiendo e ingresaron al campo político el insulto, el denuesto, la falsa acusación, el vilipendio y podríamos incluso agregar el léxico grosero de algunos entrevistadores en medios de prensa y en comentaristas de nuestra realidad.
Felizmente en los últimos días hemos sido testigos de dos actos que nos devuelven la fe en las buenas formas que deben existir en la política, en que los actores no tienen que comportarse como enemigos sino solamente como adversarios. Nos estamos refiriendo a la actitud de Fernando Cillóniz, que cuestionado por ser director independiente de una empresa o más empresas contratantes con el Estado y vinculadas a Odebrecht, renunció a su partido, el PPC, del que era precandidato presidencial, así como también a sus aspiraciones políticas. Dio el adiós sin esperar que se lo soliciten, sin siquiera pestañear, en términos de un gran Señor que lejos de “tirar los trastos por la ventana”, se refirió a su hoy ex partido en términos que nos dan la esperanza de que las buenas formas regresen a la tan alicaída acción política.
El autor de esta nota ni acepta como tampoco rechaza las motivaciones del ingeniero Cillóniz respecto a la necesidad de ejecutar sin más demoras, las obras de irrigación en el norte del país, confiadas a la tan cuestionada empresa brasilera, porque son razones técnicas que no está en capacidad de evaluar, pero sí resaltar su decisión de dejar la casas que lo cobijó, para no generarle daño. Esto último es lo que no tiene parangón y debe reconocérsele.
También hay que aplaudir la actitud de quien fuese su contendor en lo que serán las elecciones primarias del PPC, esto es Javier González-Olaechea quien, entrevistado en medios sobre la situación de su contrincante, se negó rotundamente a echar más leña al fuego y no quiso tampoco denostar a quien fue su adversario. Respetos guardan respetos, ojalá lo entiendan quienes incursionan en la política sin guardar las formas.
COMENTARIOS