Javier Agreda
El resplandor de la madera
Reseña crítica de la novela del mexicano Héctor Aguilar Camín

Historiador y analista político de gran prestigio en México, Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946) es también un narrador notable. Con cinco libros de cuentos y una decena de novelas publicadas —desde Morir en el golfo (1985) hasta Toda la vida (2016)—, su obra abarca tanto la crítica política como la exploración literaria. Dentro de este recorrido, acaso su novela más ambiciosa y lograda sea El resplandor de la madera (1999), un proyecto que, según el propio autor, lo acompañó durante cuarenta años y en el que volcó sus recuerdos más personales y entrañables.
La novela traza la historia de la familia Casares a lo largo de cuatro generaciones, desde la llegada del patriarca Rosario a Carrizales —un pueblo selvático cercano a las fronteras con Belice y Guatemala—, hasta las peripecias urbanas de su bisnieto Santiago en la Ciudad de México contemporánea. La narración se estructura en dos planos que se alternan: por un lado, la saga familiar y casi mítica del pueblo de Carrizales; por otro, el ascenso empresarial de Casares —hijo de Julián y nieto de Mariano, quien fundó la fortuna familiar mediante la explotación de la madera.
Los capítulos dedicados a Carrizales evocan la gran tradición novelística latinoamericana centrada en la lucha entre el hombre y la naturaleza, en la línea de La serpiente de oro, La vorágine, Cien años de soledad o La casa verde. Aguilar Camín se inscribe en este linaje mediante una escritura que recurre al realismo mágico: personajes definidos por atributos singulares, sucesos extraordinarios tratados con naturalidad y una prosa cuidadosamente trabajada. Esta estética también se traslada a los capítulos urbanos, en los que las intrigas empresariales entre Casares y su rival Artemio Serrano replican, en un entorno capitalino, los conflictos de ambición y poder que marcaron los orígenes de Carrizales.
El realismo mágico funciona bien en muchos pasajes, sobre todo en aquellos que exploran el mundo interior de los personajes o en los diálogos llenos de ironía y calidez. Pero también impone cierta uniformidad narrativa: los personajes masculinos están definidos por su búsqueda obsesiva de poder, mientras que las mujeres encarnan siempre el amor incondicional, la maternidad sacrificada y la permanencia emocional. Esta estructura de roles fijos puede tornarse previsible, aunque también permite a la novela desarrollar un tema central: la constante ausencia de la figura paterna como motor dramático de la historia.
Esa tensión entre lo masculino y lo femenino se replica a otros niveles del relato: ambición frente a generosidad, fugacidad frente a permanencia, poder frente a amor. Carrizales, en su origen, es una tierra fértil y generosa, símbolo de lo femenino, pero la codicia masculina termina por corromperla y llevarla a la desaparición. Algo similar ocurre en la Ciudad de México, donde el mercado parece inagotable, pero detrás de cada oportunidad hay un nuevo enfrentamiento con el poder político y empresarial.
El resplandor de la madera es más que una saga familiar: es una reflexión amplia sobre el poder, el desarraigo y la herencia emocional. Con una prosa rica y una estructura ambiciosa, Aguilar Camín construye una novela que dialoga con los grandes relatos del continente, desde una voz íntima y personal. Su vocación totalizante —de abarcar diversas generaciones, geografías, pasiones y fracasos— la convierte en una de las obras más interesantes y originales de la narrativa mexicana contemporánea.
COMENTARIOS