César Félix Sánchez

El quechua de Bellido

La inmensa mayoría de quechuahablantes entienden el idioma español

El quechua de Bellido
César Félix Sánchez
30 de agosto del 2021


Quizás lo único bueno del espectáculo brindado por el premier Bellido la semana pasada fue que reveló una vez más la inopia de nuestra progresía opinadora. En lugar de centrarse en lo conceptual, se quedaron en las palabras y no por amor a la filología o cultura quechuas, sino para mostrar, una vez más, su altísima superioridad moral sobre cualquiera que cometa el desatino de considerar que la finalidad de un mensaje es ser comprendido de la manera más fácil posible por los receptores a los que está orientado (y en este caso, el mensaje del premier estaba, según la constitución, orientado hacia el congreso) o, peor aún, que considere ese gesto como una evidente provocación por parte de Bellido.

Inmediatamente se pusieron a pontificar sobre el «racismo» del Congreso y de su presidenta, la archivillana María del Carmen Alva que, en su desprecio hacia los pueblos originarios, no contaban con un traductor del quechua. 

Pero démosles la razón. Metámonos por un momento en la mente de un progre y vayamos hacia las consecuencias lógicas de sus ideas políticamente correctas. Que haya un traductor del quechua en el Congreso, pagado con su presupuesto y de tiempo completo. Mejor dicho: que haya, por lo menos, cuatro traductores del quechua: para la versión sureña, la central, la norteña y la amazónica. Y, evidentemente, uno del aymara. ¿Pero por qué no también de las 44 lenguas amazónicas que existen en el Perú? Como nos lo ha demostrado hasta la saciedad el lobby gay y sus infinitos avatares, no importa cuán ínfima (o incluso imaginaria) sea una minoría, es un deber visibilizarla; y si es con presupuesto público, mejor. 

Más aún, como ya lo ha señalado el programa de nuestro glorioso partido gobernante dirigido por el Amado Líder Vladimir Cerrón, la descolonización es un imperativo. Y, por tanto, es también necesario promover otras lenguas originarias como el puquina, el múchik, el jaqaru y el cauqui, entre otras. Pensar que son menos dignas porque ya llevan siglos de desaparecidas no solo es discriminatorio y racista, sino que es hacerle el juego al imperialismo genocida que buscó erradicarlas. 

Me ofrezco humildemente para ser el traductor oficial del Congreso del puquina, la lengua de mis ancestros del Valle del Chili, hablada a lo largo de la histórica región del Colesuyo. Es evidente que no tengo ni la más mínima noción de puquina, pero no creo que esto sea ningún problema porque solo tendré un poco menos de trabajo que el traductor del quechua porque nunca haré nada ni serán jamás necesitados mis servicios. Pero la existencia de mi puesto, con un sueldo muy competitivo, es del todo necesaria, para visibilizar, reivindicar, reparar y empoderar a los pueblos originarios. Y el que diga lo contrario es un racista heteropatriarcal «blanko» machista y fascista. 

Sería además adecuado que se creen oficinas y lugares de esparcimiento adecuado para los más de ciento setenta traductores de las lenguas originarias entre vigentes y desaparecidas que, si debemos ser justos, inclusivos y antirracistas, deben estar representadas en el Congreso. Así, quizás algún día lleguemos a estar a la altura del inolvidable parlamento imperial de Austria antes de la Gran Guerra: una babel de representantes hablando horas de horas en idiomas mutuamente ininteligibles, espectáculo muy apreciado por los turistas que visitaban Viena y que, según Christopher Clark en Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914, curaría para siempre a un joven Adolf Hitler de la tentación del parlamentarismo. 

Lo cierto es que la inmensa mayoría de quechuahablantes en el Perú no tienen ningún problema en que se les hable en español, lengua que comprenden, y, en muchos casos, exigen que la escolarización de sus hijos sea exclusivamente en este idioma. Que este deseo obedezca a ancestrales discriminaciones es otro asunto, pero nadie podrá negar que son muy libres de decidir lo que mejor les parezca sobre la educación de su prole y que son ellos quienes tienen su patria potestad, no Vladimir Cerrón ni algún antropólogo caviar de la PUCP con complejos de culpa irresueltos. Y aun el reducido número de monolingües que quedan ven en su condición, justamente, una desgracia, atribuible a la proverbial ineficiencia de la educación pública. Pero, en todos los casos, los quechuas peruanos, que son un pueblo fuerte y trabajador, no se pierden en victimismos ni bizantinismos identitarios (no son catalanes bolcheviques) sino que, muy pragmáticamente, pasan de una lengua a otra con toda facilidad y no pierden su tiempo viendo estupideces en el Congreso. 

El problema nace, más bien, de las legiones de izquierdistas y seudo-centristas semieducados de origen urbano que pueblan las redes sociales y que, con la visceralidad que los caracteriza, vuelcan su «maravilloso mundo interior» aun en los temas más serios. Son los que censuran a Gisela por su rechazo a ver a Bellido chacchando coca en el hemiciclo mientras los congresistas hacían uso de la palabra, pero ya nos imaginamos lo que dirían si, mientras Bellido hablaba, María del Carmen Alva se ponía a comer un Kentucky. Parece ser que la cortesía solo se le exige a ella. Porque queda claro que cuando Bellido va a rendir cuentas a su jefe Cerrón no lo hace chacchando y que cuando se reúne con Castillo no le habla en quechua. Principalmente porque Castillo no entiende esa lengua.

No está de más –y como una manera de exorcizar a los ubicuos trolls «antirracistas»– acabar este artículo con una cita en otra de las lenguas tradicionales del Perú, el latín, la lengua científica del mayor intelectual quechua que ha existido en el Perú, don Juan de Espinosa Medrano (1629-1688), El Lunarejo. La cita pertenece a otra figura fascinante, el filólogo clásico y quechuista italiano Ippolito Galante, y dice así: «"Sum Peruanus" ais: "pariterque Latinus et Inca:/ Sanguine namque Peru miscet utrumque genus". /Si tamen Incaicam nescis Latiamque loquelam,/ Non Inca aut Latius, non Peruanus eris/». «"Soy peruano", dices, "latino e inca por partes iguales. El Perú mezcla ambas razas en su sangre". Pero si no sabes la lengua incaica y la latina, ni inca ni latino, no serás peruano».

Que este último papelón del gobierno nos sirva para volver nuestra atención hacia nuestras lenguas clásicas y su aprendizaje, que es siempre una experiencia enriquecedora. Porque, como hemos visto, nuestros opinadores necesitan a gritos aunque sea un poquito de humaniora.

César Félix Sánchez
30 de agosto del 2021

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