Darío Enríquez
El imperio estatista contraataca
¿Alguien creyó que se iban a quedar tranquilos?

Todo lo que venimos observando en nuestra región en este “octubre negro”, tiene que ver en parte con la emergencia del autodenominado “Grupo de Puebla”. Con el evidente debilitamiento del Foro de Sao Paulo, las izquierdas del continente se reagrupan abandonando la centralidad de Brasil para buscar una rearticulación desde México con apoyo del izquierdista López Obrador.
El imperio estatista contraataca. Sin embargo, es difícil por ahora establecer una relación directa entre posibles maniobras de infiltración, agitación y subversión que las izquierdas podrían estar desplegando en las crisis de Ecuador, Perú y Chile. En Argentina, el mercantilismo de Macri fue incapaz de enfrentar la crisis provocada por el peronismo estatista y al parecer la voluntad popular estaría devolviendo el poder a ese peronismo, asegurando además impunidad a la corrupta Cristina Kirchner. El Grupo de Puebla lograría recuperar un espacio que había perdido. Por su parte, Evo Morales en Bolivia, luego de forzar una postulación ilegal a una segunda reelección, ahora está tratando de perpetrar fraude para ganar comicios, pero enfrenta una fuerte resistencia de un Pueblo que le ha dicho “no” una vez más. Una batalla contra el estatismo que aún está por definirse.
Algo que muy pocos pensaban posible es la crisis en Chile. Resulta curioso que los áulicos del estatismo (salvaje) relacionen la protesta por el alza de pasajes en el Metro de Santiago a una respuesta contra el “neoliberalismo”. Pero no se trata de un precio de mercado “abusivo e inhumano” que impone ese “neoliberalismo”, sino de un precio fijado y controlado por el Estado. Nada más contrario a la formación de precios en libre mercado que su fijación y control por parte del Estado. En fin.
Sí resulta claro que hay una concertación de fuerzas contrarias a la democracia en nuestros países, no sólo a nivel local, sino con posibles conexiones internacionales. Los organismos multilaterales no tienen ningún peso para enfrentar este ambiente sórdido en el que se desenvuelven los tenebrosos servicios de inteligencia cubano-venezolanos.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que no es suficiente el accionar de ciertos grupos subversivos para desencadenar una conmoción social como la que vive Chile. Pese al innegable éxito de su modelo que lo ubica de lejos como la mayor potencia económica de la región (algo que se ratifica en forma contundente con sus flujos migratorios), hay un evidente descontento que se ha puesto de manifiesto. Las medidas anunciadas por el presidente Piñera parecen ser un esfuerzo para enfrentar este descontento. Estas medidas muestran un peligroso tufillo populista. Tal vez se busque efectismo de corto plazo para recuperar confianza, pero podría ser que a mediano plazo no pueda sostenerse.
Entendemos que lo que vive Chile es más una crisis de expectativas. Aquellos que podríamos llamar “perdedores” tienen expectativas no satisfechas, en medio de una economía en la que muchos otros sí disfrutan con amplitud los beneficios del sistema. El crecimiento económico ralentizado impide que esos “perdedores” puedan intentar insertarse en el circuito virtuoso de la generación de riqueza. Un bajo crecimiento afecta también la movilidad social que es aquella fuerza capaz de brindar nuevas oportunidades a tales “perdedores”.
Es absurdo que se hable de “desigualdades”. Una cosa es diferencia y otra es desigualdad. Si un operario de limpieza gana 1,500 y un profesor gana 5,000, eso no es desigualdad sino diferencia. De lo que se trata es que quien gana menos pueda con ese bajo ingreso relativo satisfacer sus necesidades y alimentar expectativas a futuro. Podríamos tener una sociedad en mínima “desigualdad” pero todos muy pobres. Parece mentira que esta discusión se siga teniendo en pleno siglo XXI. Sí es cierto, sin embargo, que se fomenta real desigualdad con burocracias estatales frondosas y aparatos políticos sostenidos por el Estado, los que acceden a ingresos fabulosos sin mayor productividad ni eficacia en sus prestaciones. Además, la más grave distorsión de una economía de mercado es pervertirse como un mercantilismo estatista. Este despreciable capitalismo de amigotes siempre toma control del aparato estatal. Es lo que debe revisar Chile, puede ser gran parte de su contaminación: una funesta reestatización de su economía vía mercantilismo.
Este mercantilismo es la forma de estatismo que amenaza a nuestras democracias. Recordemos que en Brasil se formó un gran aparato megacorrupto de mercantilismo coludido con el Estado: izquierdista Lula Da Silva con empresarios mercantilistas de Odebrecht y cía. Ese sigue siendo el grave riesgo que enfrentamos. El Imperio Estatista contraataca con fuerza ¿El antídoto? Comercio libre, competencia abierta, fomento a emprendimientos de toda envergadura, liberalización de actividades económicas, sistemas tributarios no confiscatorios y contraprestación eficaz de servicios estatales. En suma, circuitos virtuosos para la generación de riqueza.
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