Jorge Varela
Chile después del próximo 16 de mayo
Ese día elegirá a sus 155 constituyentes

En Chile –país que hasta hace poco menos de dos años era considerado como un referente latinoamericano por su estabilidad democrática y la aplicación exitosa de su modelo económico– se llevará a cabo en los próximos días una serie de definiciones claves para su futuro institucional y político. Entre otras cosas, se deberá elegir a 155 constituyentes que tendrán el trascendental cometido de elaborar una nueva Constitución que reemplazará a la de 1980, herencia del régimen encabezado por Augusto Pinochet. En comicios convocados para los días 15 y 16 de mayo, casi 15 millones de ciudadanos podrán emitir su preferencia para gobernadores regionales, alcaldes y concejales comunales, en medio de un clima social crispado por el descontento de octubre de 2019, que se suma a los efectos de la pandemia y a la indignación de los chilenos contra toda su clase política y las instituciones: Congreso, Gobierno, municipalidades, partidos, tribunales, Ministerio Público, policía, Fuerzas Armadas, iglesias y medios de comunicación.
¿Rumbeando hacia el no futuro?
Cada 50 años la historia del vecino país austral registra la eclosión de un sino histórico que podría calificarse analógicamente como síntoma caótico de su evolución social telúrica, ligada a la condición de país volcánico acostumbrado a despertar a sobresaltos. En esta ocasión a los males anteriores se ha agregado el peligroso virus antidemocrático, que primero ataca a las instituciones y luego paraliza al cuerpo social para convertir al Estado en la expresión fallida de un pueblo que solo anhela ser digno y feliz.
¿Cuántas naciones de nuestra América Latina están camino a sufrir este mismo trance que no es nuevo? Un anticipo de lo dicho son los sucesos de los últimos días en Colombia, Salvador, Venezuela, Haití. Lo de Colombia tiene el reconocido olor y sabor a la planificada revuelta chilena de octubre de 2019: una cascada insurreccional que proviene de más arriba del Caribe.
La inestabilidad política como destino consolidado
¿Logrará Chile encontrar la puerta de salida de su laberinto? ¿Podrá reiniciar la ruta del desarrollo y recuperar lo perdido o seguirá aproximándose inexorablemente al borde del vacío? Lo que ocurra allí la noche del próximo domingo 16, una vez que se conozca la voluntad ciudadana, tendrá repercusiones a nivel nacional y continental.
Si Piñera y su coalición resultaren derrotados de forma categórica –una eventualidad no descartable–, es posible que haya un nuevo e insípido cambio ministerial, mientras el Partido Comunista y sectores de izquierda radical persistirán en sus planes para derribarlo. En los hechos el Gobierno está acabado, y su meta principal es la de sobrevivir hasta el fin del mandato constitucional.
No será fácil la tarea, si además el inaplazable proceso constituyente se desmadra y se transforma en un show decadente protagonizado por marionetas impúdicas que fueron diseñadas para actuar en épocas ya pretéritas.
A menos que se suscriba un gran entendimiento destinado a evitar la ruptura previa al derrumbe del armazón institucional, con fuerzas racionales y sectores moderados hoy casi inexistentes, en marzo de 2022 –o antes– podría terminar por consolidarse una etapa de peligrosa inestabilidad política que contenga cualquier tipo de solución no democrática, entre ellas la populista, la totalitaria, la anárquica, la autoritaria. El espacio de negociación se reducirá aún más al conocerse los resultados en la noche señalada. En tiempos de discusión de un nuevo texto constitucional y de elecciones de presidente y miembros del parlamento, que tendrán lugar en el curso del segundo semestre de este año, todo terminaría precipitándose al pantano donde reina lo oscuro y lo impuro. ¿A esto se lo denomina con descaro el suicidio de las democracias?
Gobernanza futura y régimen político
Pero, y si la desmembrada coalición de derecha que gobierna actualmente logra saltar los diversos escollos electorales, sobrevive al cúmulo de desafíos políticos sin resolver y se mantiene, a pesar de ellos, en el poder, ¿usted piensa que la gobernanza le será fácil? ¿Cuál será su destino a partir de marzo de 2022?
En un marco constitucional que establezca un modelo de Estado distinto al democrático-liberal, reconozca nuevos derechos de naturaleza colectiva y regule el funcionamiento de instituciones propias de un sistema de planificación social-económica centralizada opuesta al libre desarrollo de una economía de mercado, ¿qué capacidad operativa tendrá el Gobierno? Aunque el postulante presidencial de derecha mejor posicionado sea un verdadero camaleón, si no tiene el apoyo de una dotación parlamentaria importante que le permita negociar y avanzar, difícilmente podrá conocer el paraíso de la colaboración.
Lo hemos señalado antes en otros análisis: el tipo de régimen político que se apruebe vía plebiscito, será clave. Si en América Latina continúa funcionando esa “combinación estrambótica de presidencialismo y sistemas electorales proporcionales”(*) que incentivan la proliferación y posterior fractura degenerativa de los partidos políticos –cruciales para la vida de una democracia sana–, los presidentes que asuman tendrán que lidiar en la mayoría de los casos con parlamentos hostiles y desprestigiados. Chile y Perú no representan la excepción.
Todo dependerá pues, de definiciones básicas y trascendentales para el devenir de países enfermos de retórica ideológica y contagiados de intolerancia política, cuyas sociedades se enfrentan hoy ante los dilemas de libertad u opresión, democracia o totalitarismo, progreso o retroceso, paz o caos.
La disyuntiva está a la vista: a un costado la pared rocosa y filuda del desfiladero estrecho por el que habrá que seguir rumbeando, al otro el vacío que atrae y atrapa como un hoyo negro.
(*) Andrés Velasco, ex ministro de Hacienda chileno, (artículo “Democracias retorcidas”, “Project Syndicate”, 6 de mayo de 2021)
COMENTARIOS