Diego de la Torre
Capitalismo Trascendente
Inversiones hechas con inteligencia y en beneficio de todos
El socialismo-comunismo fracasó, fracasa y fracasará siempre, como lo vemos con pena e indignación en algunos países donde aún tiene tentáculos radiactivos. Ya lo dijo el gran Nelson Mandela: “El resentimiento y el odio es como tomar veneno y luego pensar que eso va a matar o vencer a tu adversario”. Con odio, con envidia y con resentimiento hacia el que crea riqueza de manera honesta no se vence a la pobreza ni se construye un país grande. No permitamos que algunos intelectuales, políticos y periodistas, encerrados en anacrónicas jaulas ideológicas, frenen y obstaculicen el espíritu empresarial de nuestra emergente clase media que tiene como modelo a Carlos Añaños y a Gastón Acurio, en lugar del Che Guevara y Fidel.
Sería fatal para el Perú, en particular para los que aún no salen de la pobreza, un rebrote del virus socialista-comunista. Reafirmemos el modelo que ha funcionado: una economía de libre mercado con dos apellidos: responsabilidad social y ambiental. Creamos en ideas que funcionan, no en ideologías. La misión de toda empresa es servir a la sociedad. Para ello, ser rentable y hacer dinero es una herramienta indispensable para lograrlo, no un fin en sí mismo.
Como decía Margaret Thatcher: “Nadie se hubiese acordado del buen samaritano si solo hubiese tenido buenas intenciones. También tenía dinero”. Es fundamental crear riqueza, sobre todo en países con grandes brechas educativas y económicas. Dicen que el dinero es como el abono, necesita esparcirse por todos lados para fertilizar. Si no lo hacemos, apilado en un solo sitio y sin moverse, empieza a oler mal y a destruirse. Grandes filántropos y empresarios movilizan montañas de dinero fertilizando la labor de fundaciones privadas o creando puestos de trabajo formal (nuevas empresas). Añadía, con sapiencia e ironía inglesa, mi profesor de la London Business School, John Stopford: “Más filantropía inteligente es necesaria para eliminar el olor de mucho dinero en pocas manos”.
Empresarios como Bill Gates y Warren Buffet han pasado del éxito a la trascendencia. Hace dieciocho años, en una columna titulada “Bill de Calcuta” dije que el empresario del futuro sería una mezcla de Bill Gates y la Madre Teresa. Muchos sonrieron. Hoy es una realidad. De otro modo no se explica ahora que gente como Bill Gates canalice gran parte de su energía intelectual y recursos a la filantropía.
Hay que atrevernos a responder la gran pregunta: ¿Para qué estamos aquí? Como nos dice el gran pensador británico Charles Handy: “Estamos aquí para alcanzar todo nuestro potencial para beneficio de nosotros mismos y para beneficio de los demás”. El “beneficio de los demás” es muy importante porque, como nos decía Aristóteles, el desarrollo de nuestro potencial debe ser realizado de manera ética y no egoísta. Para vivir con dignidad necesitamos un propósito más allá de nosotros mismos para sentir que hemos hecho la diferencia para alguien en algún lugar. De otro modo recibiremos una respuesta como la que le hizo un gurú en la India a Charles Handy en los años sesenta, luego que él le describiera su frenético ritmo laboral: “Parece que está muy ocupado yendo a ninguna parte en particular”.
Por eso, como empresarios y como personas no huyamos de la gran pregunta: ¿Para qué estamos acá? ¿Para acumular abono (dinero) en un solo sitio con el riesgo de que empiece a oler mal y desaparezca o para reproducirlo y esparcirlo como fertilizante con amor e inteligencia en beneficio de los demás? Creo que lo último es lo que llaman Capitalismo Consciente. Yo lo llamaría Capitalismo Trascendente. Gran cantidad de empresarios peruanos formales lo practican, sobre todo en esta crisis.
Diego de la Torre, Empresario.
Presidente del Global Compact en el Perú
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