LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El establishment que se resiste

Reflexiones sobre la gobernabilidad en el Perú
En el Perú hay un establishment que abarca a la izquierda caviar, algunos liberales e, incluso, economistas ortodoxos. Es el establishment que se organizó en los últimos quince años alrededor del Estado y que también abarca a algunas empresas de comunicación que se volvieron “estatalistas” durante la administración nacionalista, particularmente en las relaciones con el nadinismo.
El señalado establishment tiene una envoltura: el antifujimorismo. Y, de una u otra manera, participa activamente en la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, que ha organizado la política en la última década y media y que explica las elecciones de Alejandro Toledo, Ollanta Humala y el actual presidente Kuczynski.
Nadie puede estar en contra de un establishment siempre y cuando este sea funcional al desarrollo de las reformas urgentes que necesita una sociedad. Finalmente, a veces, los estabishments explican las emergencias de determinados países.
Quizá hasta antes de las últimas dos elecciones nacionales nuestro establishment criollo cumplía un papel progresista. Sin embargo desde que el nadinismo envileció el espacio público todo empezó a cambiar. Desde una coalición mediática hasta algunos liberales ortodoxos comenzaron, por ejemplo, a priorizar la propaganda antes que la reflexión. La defensa de la supuesta reforma educativa de Jaime Saavedra es un ejemplo clarísimo. Hoy sabemos que no hubo reforma —pero sí demonización del sector privado— y que la huelga magisterial y el retroceso de la meritocracia solo es responsabilidad del nacionalismo.
Luego del choque con la “reforma Saavedra” (a nuestro entender, el proyecto más sofisticado que logró organizar la izquierda en el Perú) el establishment comenzó a participar del programa principal del antifujimorismo: el veto a la mayoría legislativa naranja. El mencionado establishment, dirigido principalmente por la llamada izquierda caviar, influyó decisivamente en el Gabinete Zavala y el Perú contempló un primer año de la administración PPK que nadie hubiese imaginado, ni siquiera en los peores tiempos del nadinismo: una censura ministerial y un Gabinete entero derribado.
De pronto el hecho de que dos fuerzas promercado participaran en la última segunda vuelta nacional parecía no tener la menor importancia. Muy por el contrario, la polarización vivida asemejaba a una polaridad entre una fuerza prosistema y otra antisistema. ¿A qué viene todo esto?
A entender del suscrito el establishment indicado ya no cumple un papel progresivo. Su apuesta por el antifujimorismo extremista pone a cualquier demócrata los pelos de punta, sobre todo considerando que el fujimorismo sigue enraizándose en los sectores populares y, entonces, surge la pregunta, ¿el establishment y el antifujimorismo en su afán de vetar a una mayoría política pueden llegar a relativizar sus convicciones democráticas? El debate sobre vacancia o disolución legislativa que propiciaron parecería indicarnos que sí.
Otra pregunta sobre la mesa es, ¿el señalado establishment podría llegar a apoyar una candidatura antisistema —como los medios lo hicieron semanas después de la elección nacional— como la de Verónika Mendoza o cualquier otra dudosa alternativa al fujimorismo? En todo caso no es posible formular una respuesta, sobre todo porque en el antifujimorismo del establishment hay una enorme dosis de frivolidad: en realidad juegan al antifujimorismo porque saben que el fujimorismo es el muro de contención de las propuestas chavistas y antisistema.
Hoy es imposible que se organice la gobernabilidad si el mencionado establishment no es desplazado de las principales estructuras del Estado. Mantener esa lógica de poder puede llevar a sectores del radicalismo fujimorista a considerar que existen sectores del Ejecutivo que podrán reeditar las movidas del nadinismo que, en la última elección nacional, decretó la inamovilidad de la Policía Nacional, por ejemplo.
En cualquier caso reflexionar sobre el establishment de los últimos quince años tiene mucho que ver con la gobernabilidad y el futuro de las reformas promercado que el Perú necesita.
Víctor Andrés Ponce
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