De alguna manera el modelo económico que, desde tres d&...
Una de las causas de la crisis nacional reside en que el principio de autoridad del Estado de derecho ha sido pulverizado por la guerra política que ha erosionado a las instituciones, ha destruido cualquier atisbo de partido político y, finalmente, ha frenado en seco el llamado milagro económico. Una crisis que desembocó en el encumbramiento del peor en la presidencia de la República. Después del gobierno de Pedro Castillo todo se deterioró a tal nivel que incluso la pobreza volvió a subir del 20% de la población a casi 30%.
Si tuviéramos que describir cómo se resquebrajó el principio de autoridad del Estado de derecho habría que señalar que, desde el 2016 hasta la fecha, se han sucedido seis jefes de Estado en dos periodos constitucionales. Hubo un golpe de Estado a través del cierre inconstitucional del Congreso, el fin de un gobierno constitucional mediante un golpe de masas (contra Manuel Merino) y el fallido intento de golpe de Castillo. La sucesión constitucional luego del intento de quiebre constitucional ha organizado un Ejecutivo y un Legislativo con aprobaciones debajo del 8% de la ciudadanía. En este contexto, ¿qué principio de autoridad puede existir en el Perú?
Peligrosamente el Perú se desliza hacia la anarquía mientras el progresismo y las izquierdas sostienen –siguiendo el libreto leninista– que las instituciones no representan a nadie y que no tienen derecho a gobernar por la baja aprobación, tal como alguna vez lo sostenía Hugo Chávez antes de engullir a la democracia venezolana. En este contexto, la minería ilegal avanza en la provincia de Pataz, en La Libertad, zurrándose en el gobierno central y el regional, en las instituciones del sistema de justicia, en las fuerzas armadas y la policía nacional (PNP). Igualmente, los choques entre el Ejecutivo, el Congreso y el Ministerio Público parecieran indicarnos que la autoridad de la Constitución y las leyes está ausente. Y la osadía de un decano de un colegio de abogados que pretende detener el trabajo de los miembros de la Junta Nacional de Justicia revela que todo empieza a derrumbarse.
La anarquía se desata en las instituciones centrales del sistema republicano y se reproduce en las regiones y los municipios. En este escenario es evidente que, así como el Perú necesita un shock anti regulatorio, una nueva ola de reformas de segunda generación que reforme el Estado, eleve la productividad de la economía y relance el Perú, igualmente se necesita un shock para recuperar el principio de autoridad.
El principio de autoridad de la democracia comenzó a fisurarse cuando dos derechas se enfrascaron en una lucha fratricida, absurda, luego de las elecciones del 2016, desatando el escenario para que las izquierdas progresistas y neocomunistas desarrollen sus agendas de control del sistema político. Y la guerra de dos derechas tenía que desatar la crisis democrática por la sencilla razón de que la centro derecha en el Perú puede representar a dos tercios del electorado.
En ese sentido, a pesar de la balcanización y destrucción del sistema político que ha promovido el progresismo, en las próximas elecciones del 2026 los peruanos de buena voluntad debemos apostar y fomentar que dos derechas vuelvan a disputar la segunda vuelta para recuperar el principio de autoridad y relanzar el país.
El solo hecho de que dos derechas pasen a la segunda vuelta genera la impresión de que la mayoría de la sociedad está representada en el Estado y, de una u otra manera, se posibilita el restablecimiento de la autoridad de la Constitución y las leyes nacionales. De esa manera se envía un poderoso mensaje a las fuerzas de seguridad –es decir a la PNP y las fuerzas armadas– señalando que el poder político nuevamente respaldará la reconstrucción del Estado de derecho.
Dos derechas en la segunda vuelta, además, notifica a la sociedad que en el Legislativo -más allá de la fragmentación que persistirá– existe una convergencia de fuerzas que permitirá organizar la acción legislativa, vital para desarrollar reformas y enfrentar la anarquía. Semejante objetivo será posible si desde el centro hasta la derecha existe plena consciencia en que se deben evitar los terribles yerros luego de las elecciones del 2016.
Todo parece cuesta arriba. Sin embargo, es absolutamente posible que dos derechas disputen la segunda vuelta nacional.
COMENTARIOS