A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Cuatro universidades del Estado de Florida, la resistencia venezolana en los Estados Unidos y los demócratas latinoamericanos acaban de nominar a Corina Machado como candidata al Nobel de la Paz. ¡Una extraordinaria y acertada iniciativa! Todo el mundo civilizado, todas las organizaciones democráticas del planeta, todos los estados democráticos y todos los hombres de buena voluntad en el mundo, deberían respaldar y movilizarse por la candidatura de Machado hacia el Nobel de la Paz.
La figura de la lideresa venezolana, su coraje, su voluntad de unir al pueblo llanero y su decisión de desarrollar una resistencia pacífica, la llamada desobediencia civil, hace mucho tiempo la hace merecedora del mencionado reconocimiento y de mucho más.
La nominación de Machado al Nobel de la Paz lleva a la dictadura venezolana a un callejón sin salida. ¿Cómo se puede detener a un personaje que con el paso del tiempo puede parecerse a Mahatma Gandhi, a Nelson Mandela o al mismo Martin Luther King? ¿Un elogio exagerado de un derechista latinoamericano? De ninguna manera. En medio de las represiones más brutales de un totalitarismo del siglo XXI, en medio de un terror de Estado que evoca momentos del nacionalsocialismo en Alemania, Machado ha convocado al pueblo llanero en Venezuela y en todo el mundo a movilizarse pacíficamente. El domingo pasado hubo una apoteosis mundial a favor de Venezuela. En el mensaje de Machado no hay el deseo de venganza, no hay el famoso “ni olvido ni perdón” de los comunistas latinoamericanos y de un sector de la Iglesia peruana, sino la voluntad de construir un futuro en libertad para la mayor tragedia humanitaria en la América hispana de este siglo.
La desobediencia civil ha sido un arma letal de los pueblos unidos en contra de las injusticias, las dictaduras y los totalitarismos. Esta herramienta pacífica la emplearon Ghandi, Luther King y Mandela. Sin embargo, el paradigma de la desobediencia civil es la llamada marcha de la sal que convocó Ghandi para desafiar el monopolio del Imperio Británico. Una marcha que recorrió 300 kilómetros para recoger sal de la costa y que duró más de un mes, convocando la atención de la prensa mundial. Luego de esa marcha el poderoso imperio británico comenzó a quebrarse sobre el dominio de la gigantesca India.
La desobediencia civil, pues, puede ser el alma letal en contra del régimen chavista que –con el apoyo de las fuerzas armadas y la movilización de los llamados colectivos armados en contra la población civil, en contra de los disidentes y la oposición– comienza a parecerse cada vez más al régimen nacionalsocialista de Alemania. En el siglo XXI no existirán los campos de concentración en contra del pueblo judío, pero la diáspora de cerca de nueve millones de venezolanos, la posibilidad de que otros diez millones de venezolanos emigre ante la continuidad de la dictadura, revela una tragedia humanitaria sin precedentes en la historia mundial. A este ritmo, en Venezuela, uno de los países más ricos en recursos naturales en el planeta –por el petróleo– solo quedarán ancianos y niños.
La lucha del pueblo venezolano, la democracia hispanoamericana y la libertad en el mundo requieren que Corina Machada reciba el Nobel de la Paz. Y que con esa designación se denuncie el totalitarismo, el terror y la hambruna que desata la dictadura chavista y que está deshabitando Venezuela, una sociedad a la que antes solían migrar todos los latinoamericanos.
Cada demócrata, cada hombre de buena voluntad, entonces, debe respaldar la nominación de Machado al Nobel de la Paz. Que se escriban pronunciamientos, que se agiten banderas, que las redes sociales exploten en respaldo a la candidatura de Machado por el Nobel de la Paz.
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