Uno de los mayores triunfos de la sociedad peruana es el haber...
Investigaciones realizadas por Carlos Cabrejos, experto en temas forestales, señalan que la mayor pérdida de bosques en la selva amazónica se concentra en las áreas donde no se otorgan títulos de habilitantes o concesiones. Según los reportes institucionales analizados por Cabrejos, en 2019 se han perdido 148,426 hectáreas forestales. En los denominados “bosques no categorizados” las pérdidas representan 30.12% del total (44,707 hectáreas) y en los “bosques de producción permanente”, sin títulos concesionados, son el 16.75% del total (24,851 hectáreas). Asimismo, en las zonas con títulos de habilitantes o de propiedad, las pérdidas representan el 21.11% del total (31,332 hectáreas).
Por la investigaciones de Cabrejos sabemos que entre 2001 y 2015 se han otorgado 36,183 títulos habilitantes, equivalentes a 8.01 millones de hectáreas. Y, según el reporte “La conservación de bosques en el Perú”, del sector Ambiente (Minam), del 2001 al 2014 se han acumulado pérdidas de 1.65 millones de hectáreas; y solo el 8% estas pérdidas se presentan en los territorios de otras categorías y con títulos habilitantes (concesiones).
A partir de las informaciones publicadas por Geo Serfor, Geo Bosques, SIGO Osinfor, Geo Loreto, Geo Ucayali, Geo San Martín y publicaciones como Forest de USAID, Cabrejos sostiene que “las evidencias muestran que si se otorgan títulos habilitantes o de propiedad, se ejerce custodia y con ello, la pérdida de bosques se reduce”. El investigador cuestiona la manera como el Minam evalúa las pérdidas de los bosques, considerando solamente los bosques amazónicos, dejando de lado los bosques de la sierra y selva, que suman 4.24 millones de hectáreas.
El ocultamiento de esta información por parte del ambientalismo ideológico obedece a su clara oposición a las actividades forestales en la Amazonía peruana. Las campañas en el exterior son evidentes. Las oenegés vinculadas al marxismo demonizan las actividades de producción privada relacionadas con los árboles y sus derivados. Señalan que la madera procedente de Perú es de origen dudoso –de tala ilegal o contrabando–, obstaculizando así la comercialización de los productos nacionales. La izquierda desarrolla relatos fuera de la realidad; y no hay ninguna reacción de las autoridades, como si fueran cómplices. El fin es crear imágenes negativas del país y de los productores forestales locales.
Y en el interior –en medio de los bosques– el marxismo no se pronuncia sobre la criminalidad extendida en la selva con total libertad; siendo el senderismo parte de la tala ilegal, contrabando de madera, narcotráfico, tráfico de terrenos y sicariato. El fin es espantar de los bosques a las inversiones privadas legalmente establecidas. El asesinato impune es parte de la escalada antiperuana. Quienes se oponen a la criminalidad organizada terminan muertos y olvidados; mientras que los culpables no son investigados, y los hechos quedan sin denuncias internacionales, porque los deudos no poseen aparatos de propaganda.
En este escenario adverso para el país, los recursos forestales están cada vez más a merced de la criminalidad asentada en la selva. El Estado ha abandonado su responsabilidad de otorgar protección a la población y a las actividades económicas. En lugar de promover en los poblados las actividades forestales con fines de producción comercial e intervención del sector privado –con capacidad financiera y expertise para reducir el avance de la deforestación, como ha sido demostrado– las oenegés que dominan al Estado promueven convenios y consultorías, cuyo único fin es el sometimiento del país a ciertas políticas internacionales.
Además, los “santuarios ecológicos” promovidos por el ecologismo marxista impiden que los pobladores de los bosques tengan oportunidades de progreso y bienestar. Los proyectos de carreteras, puentes, puertos y otros medios de comunicación son bloqueados permanentemente. El objetivo es aislar para debilitar y someter a las personas, e impedir la presencia del Estado, la ley y la Constitución. En su lugar, solo queda la pobreza, el imperio de las mafias y el terror.
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