Martin Santivañez
Universidad y Peruanidad

Reflexiones sobre el tipo de universidad que el Perú requiere
La comunidad universitaria de nuestro país se acerca al Ecuador de este periodo: los exámenes parciales. Este momento de estudio intenso nos permite hacer un alto y reflexionar sobre la naturaleza de la universidad peruana, tan criticada por propios y extraños. Lo primero que me viene a la mente es el consejo de los novecentistas que pidieron para el país una universidad vinculada a la realidad. Víctor Andrés Belaunde tiene un discurso magnífico sobre la universidad peruana en la que denuncia el ausentismo académico, el vano afán anatópico y extranjerizante que pretende, de manera artificial, aplicar a problemas peruanos soluciones foráneas que no han pasado por el filtro del sentido común.
Este viejo problema de la universidad peruana se ha convertido en un mal endémico nacional. Necesitamos que la universidad sea depurada de ideologías extranjerizantes y que retorne al estudio de la realidad nacional. Esto implica, por supuesto, fortalecer universidades peruanistas y dotarlas de programas que se comprometan con la solución de los grandes problemas nacionales. Ahora bien, apostar por universidades peruanistas no implica eliminar la internacionalización de nuestra academia. En absoluto. Una universidad peruanista no es una institución autárquica. Pero sí es un centro de saber superior dónde lo mejor de la academia global es interpretado en función a nuestra realidad. Es decir, la teoría se adecua a la realidad y no al revés: la realidad no puede tergiversarse por amor de la teoría.
Para esto es imprescindible que se respete la ecuación fundamental de la universidad en tanto comunidad que busca la verdad. Esa ecuación está formada por dos variables esenciales: el profesor y el alumno. El gran romanista Alvaro D’Ors decía que la Universidad es, fundamentalmente, un juego de preguntas y respuestas; así, pregunta el que puede (estudiante) y responde el que sabe (el profesor). Por eso, es preciso cuidar esta relación esencialísima entre los profesores y sus alumnos. En la vida académica de calidad solo puede preguntar el alumno, porque tiene la potestad (potestas) para hacerlo. Y el encargado de responder es el académico con autoridad (auctoritas, sabiduría). Las universidades que descuidan esta relación esencial, las universidades que no aspiran a tener en sus claustros a los mejores profesores y a los mejores alumnos, son universidades condenadas al fracaso. Además, es tan importante la relación entre el profesor y el alumno, que en el momento en que se apuesta por la mejora de la calidad de uno u otro, la otra variable empieza indefectiblemente a despegar.
La relación entre la auctoritas y la potestas académica, entre el saber de los académicos de prestigio y el “poder para preguntar” de los alumnos que aspiran a la excelencia puede verse afectada por un Estado interventor que desconoce la realidad de la educación universitaria peruana y aplica el voluntarismo sesgado para beneficiar a instituciones concretas bajo el pretexto reformista. La universidad peruanista reconoce las deficiencias de la realidad y aborda los problemas bajo una óptica, la del posibilismo. Todos conocemos el camino para llegar a Navarra o Harvard. Pero es preciso recorrer el sendero del desarrollo explorando milimétricamente el terreno, siendo conscientes de nuestras limitaciones y buscando el desarrollo de las mejores universidades peruanas, no el hundimiento de casi todas para que solo unas cuantas sobrevivan. Así no se hace academia. Así se construye un Estado ausentista, parcializado con ciertas argollas, carteles y capillitas. Construir universidades peruanistas implica transformar la realidad con la ayuda subsidiaria del Estado, no remar en busca de la excelencia amenazados por esa espada de Damocles que es el procedimentalismo estatal. Que no olviden los burócratas parcializados de este gobierno el verdadero nombre del saber superior, el auténtico nombre de todo conocimiento: LIBERTAD.
Por: Martín Santiváñez Vivanco
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