Guillermo De Vivanco
Un empresario versus la burocracia
Gerenciar lo público: el desafío que enfrenta Rafael López Aliaga

Para un empresario privado, dirigir una empresa pública es una tarea compleja. Resulta casi inimaginable cumplir metas y derrotar a la burocracia en el corto tiempo que dura un mandato. Esa burocracia, inflada sin mérito por el clientelismo político impulsado por Toledo, Humala y Vizcarra —y su entorno progresista— ha convertido al Estado en un botín, no en un gestor eficiente. El gasto público, que consume una tercera parte del PBI, está marcado por corrupción e ineficiencia. Ejemplos abundan: el despilfarro municipal disfrazado de “asesorías” en la Municipalidad de Lima o la gestión intrascendente de sus últimos alcaldes. Más allá del estilo de Rafael López Aliaga, es innegable el impulso que ha dado a su administración.
Esta semana, la compra de tres puentes a la empresa Acrow Corporation of America por US$ 8.36 millones, amparada en la Ley de Emergencia 32069, encendió la crítica de sus opositores. Los cuestionamientos sobre no haber firmado previamente el contrato, no convocar licitación pública o no coordinar con Emape quedan pequeños frente a la realidad: poblados aislados desde febrero por el colapso de sus puentes. Uno se pregunta si, al igual que cuando se opusieron a los trenes donados, los detractores ven a los pobladores como simples piezas para fines políticos, en lugar de víctimas de la desidia y la burocracia. Parecen ignorar que más de dos millones de limeños que viven al este de la ciudad pierden horas diarias en un tráfico colapsado o por la caída de un puente. Curiosamente, no se oye a la oposición progresista protestar con igual fuerza por el despilfarro monumental de Petroperú, cuya deuda supera los 8,000 millones de dólares, mil veces más que el valor de los tres puentes.
López Aliaga no debería ceder a la tentación presidencial. Debería cumplir su palabra y terminar su gestión municipal. Es notable que, contra viento y marea, haya avanzado en la vía expresa desde Barranco hasta la Panamericana Sur, obra paralizada por más de 50 años, y que planee mejorarla con pasos a desnivel. Lo mismo ocurre con la ampliación de la Av. Ramiro Prialé. Superar tantos intereses creados no es poca cosa. Sería bueno que quienes se oponen a estas obras reconozcan el agradecimiento de cientos de miles de limeños que hoy ven mejoras concretas en su calidad de vida.
El regidor Luis Gallardo, que lo denuncia por no seguir protocolos o firmar ciertos documentos, ¿acaso considera la situación de los usuarios aislados? La burocracia no garantiza honestidad ni eficiencia: basta recordar cuánto robaron Toledo, Humala y Vizcarra, con todos sus contratos firmados.
López Aliaga no es un político convencional. Sus credenciales cristianas, académicas y empresariales lo convirtieron en un hombre exitoso mucho antes de asumir un cargo público. No necesitaba la política para triunfar, y hasta dona su sueldo como alcalde. Lo mueve una vocación de servicio que lo llevó a salir de su zona de confort y enfrentar el odio y la envidia de sus detractores. Aún es joven, y cuando culmine su gestión en Lima tendrá la experiencia y solvencia para aspirar a la presidencia de la República.
COMENTARIOS