César Félix Sánchez

Se agigantan las quimeras

A un paso de destruir la economía y la cultura en el Perú

Se agigantan las quimeras
César Félix Sánchez
07 de junio del 2021


Escribo esta columna siendo las 11:53 a.m. del 7 de junio, memoria de san Pablo de Constantinopla,  obispo y mártir, en Arequipa del Perú, América meridional. Todavía no se sabe exactamente quién ganó la presidencia de la república, si Keiko Fujimori, la hija de Alberto Fujimori, o Pedro Castillo, exdirigente sindical del Conare-Sutep, que,
según nada más ni nada menos que Arturo Ayala (patriarrojista y actual aliado de Castillo, como el resto de la supuesta «izquierda progresista» de Juntos por el Perú), “en la práctica era una coordinación de las distintas facciones del senderismo y algunos rezagos de PukaLlacta”.  Es decir, de acuerdo a Ayala, el CONARE de Pedro Castillo era una mezcla no solo del Movadef, sino también de todas las demás «líneas» del gonzalismo, al que otrora consideraban como genocida.

Pero eso era antes. Ahora, incluso en la galaxia progre no explícitamente marxista, se llega a pedir que no se «terruquee» a Sendero.

Juntos por el Perú y el Frente Amplio han demostrado, también, que sus retóricas de «género» y demás extravagancias multicolores no les importan tanto como la captura del poder, aunque sea por interpósita persona. Y que sus principios en ese punto son muy flexibles. Si Lescano (no digamos López-Aliaga) hubiera dicho la mitad de las cosas que decía Pedro Castillo sobre estas y otras materias contra la corrección política progre, lo hubieran sepultado por machista, «homófobo», «ignorante» y xenófobo. Pero parece que la vacuna que te hace inmune a esas descalificaciones es que seas un candidato de un partido marxista-leninista con 249 militantes que pertenecen también al  Movadef. En este caso, se «contextualizan» apropiadamente tus declaraciones y se pide a los críticos centrarse en lo «esencial» y no caer en «dogmatismos». Ese es el doble rasero de nuestros leninistas multicolores, pero leninistas al fin y al cabo. 

Conversando con un buen amigo, activo militante de la izquierda veronikista, sobre el posible triunfo de Castillo, le hice la pregunta del millón: «¿Pero no te da cierto resquemor que en lugar de ustedes que “deslindaron".....los que nunca "deslindaron" y compartieron banca con Sendero Luminoso y descienden de la izquierda antielectoral y clandestina de los ochenta, que los insultaba e incluso diezmaba… se la hayan llevado?». Y me contestó, sincerándose: «Pues sí, algo. Más a los compañeros de la UNSA, te diré (mi amigo es de una universidad privada). Ellos sí los han gozado a los sacos». Sacos o sacolargos era el término eufemístico utilizado otrora para referirse en los ambientes universitarios a los innombrables; es decir, a Sendero. 

Parece que a los izquierdistas que conocen realmente quién es Pedro Castillo y qué es Perú Libre les costó «algo» apoyarlos. Pero resulta que el filosenderismo y la complicidad con el –seguramente ahora– «exgenocida» Abimael Guzmán son pecados mucho menores que apellidarse Fujimori. Porque, a la larga y más allá de las brutales peleas eventuales, le han acabado por dar la razón a los más afiebrados terruqueadores: han admitido en la práctica que son familia

Al fin y al cabo, como diría su Doctor Común, fuera del poder todo es ilusión.

Los que sin embargo no tienen ninguna excusa son los supuestos «extremistas de centro» del Partido Morado y sus aliados y simpatizantes en la alta burocracia estatal, incluso en la más alta. Creen que podrán «domesticar» a Castillo y convencerlo de las bondades de conservar y profundizar su deep state mercantilista-globalista-burocrático. Y no solo le han dado su voto, sino que le han echado alguna manita durante la campaña, como en el caso del grotesco debate organizado en Arequipa y de las amenazas a los jugadores de la selección. No saben que aun en el muy improbable caso de que Castillo no decida imponer la constituyente y destruir la economía nacional, el seguro control marxista de la educación y cultura peruanas generará un daño mayor que la demagogia más desatada de los tiempos del velasquismo y sembrará las semillas de odios y violencias incalculables en el futuro, que acabarán por destruirlos. Han caído en quimeras gigantescas.  

Si bien parece que un cierto número de peruanos no se hace ningún problema en otorgarle a Sendero Luminoso una victoria moral al votar por quienes fueron sus aliados directos y confesos, ¿estarán dispuestas las Fuerzas Armadas a aceptar a un Jefe Supremo de esas características? No hablemos ya de lo que muy probablemente ocurra de no mediar una intervención divina: la «deconstrucción» de las FF.AA. a la venezolana (con el precedente del descabezamiento de la policía por parte del prócer Sagasti) de la mano de Cerrón, su viejo enemigo, y del indultado Antauro Humala. Simplemente centrémonos en la afrenta. 

Quizás algunos generales solo piensen en tener una jubilación tranquila y sin líos en Miami o Madrid. Y para tal efecto, no les interesará ponerse otro mandil más, esta vez rojo. Quizás otros sí se acuerden de Grau y de Bolognesi y de su sacrificio y sepan que ofrendar la libertad y la carrera es poco si está en juego la salvación del país.

En este punto, conviene recordar lo que ocurrió en la «decisiva semana del 23 al 30 de enero de 1933» en Alemania. Carl Schmitt propugnaba un gobierno de emergencia encabezado por el general  Von Schleicher, mientras que el muy democráta monseñor Ludwig Kaas, líder del Partido de Centro, consideraba como la vía adecuada y constitucional una «sólida combinación gubernamental» en torno a un hombre del pueblo, relativamente nuevo en política y carente de un equipo sólido, fácilmente moderable: Adolf Hitler. El resto es historia. (cfr. Carl Schmitt, «Introducción», en Legalidad y legitimidad, en Carl Schmitt, teólogo de la política, selección de textos de Héctor Orestes Aguilar, FCE, México, 2001, p. 253)

Al terminar esta columna nada está todavía totalmente definido, pero parece que el Perú contempla, extasiado, el abismo.

César Félix Sánchez
07 de junio del 2021

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