Darío Enríquez

San Marcos y el by pass

Requerimos grandes inversiones en infraestructura vial y no discursos vacíos

San Marcos y el by pass
Darío Enríquez
24 de septiembre del 2019


En los últimos días hemos sido testigos de cómo se manosean los temas urbanos en forma impune. Como consecuencia de la protesta callejera promovida por ciertos estudiantes sanmarquinos, que buscan causas mediáticas para su impostación ideológica de izquierdas, han aparecido algunos especialistas que pretenden pontificar sobre el tema del
“by-pass de San Marcos”. Haremos un breve repaso de algunas barbaridades que se han dicho al respecto.

Primera barbaridad. Se hace afirmaciones categóricas sobre lo que debe y no debe hacerse en referencia a la conclusión de la obra vial. Pongamos atención. No se trata de una obra por iniciar, sino de una con avance de 75% y cuya culminación es hoy punto de controversia. Se dice, por ejemplo, “hay que hacer los estudios, pero posiblemente esto implique que no sea necesaria la obra”. ¿Qué significa esto? Perpetran primero sentencias contundentes respecto a que la obra no siga, pero al reconocer en forma distraída que no cuentan con estudios que sustenten sus afirmaciones, deslizan un “posiblemente esto implique que” y continúan con su discurso vacío que niega la realidad. El periodista complaciente, que busca un titular amarillo más que la verdad, ni siquiera repregunta. Terrible.

Segunda barbaridad. Se dice que la obra está al servicio de los vehículos y no de las personas. Tal parece que para quienes sustentan tamaño desatino, los vehículos tienen voluntad propia y se desplazan de aquí para allá por su cuenta, decisión y riesgo. Es increíble escuchar tan temerario fraseo de quien se presenta como “especialista”. Los vehículos son conducidos por personas, no son autómatas; las obras viales están al servicio de los ciudadanos que habitan la ciudad, según los roles que les toque en el complejo entramado urbano, en diversos espacios y momentos. Nadie debe ser invisibilizado. Un desplazamiento fluido, seguro y eficaz de los vehículos siempre será beneficioso para todos quienes habitamos un espacio urbano.

Tercera barbaridad. Se sostiene que la obra “solo soluciona temporalmente el problema del tráfico”. En principio, el uso impropio de “tráfico” debe reemplazarse por “tránsito”. Ni comunicadores ni especialistas deberían permitirse tal error. En referencia a lo dicho, el especialista parecer ignorar que la sostenibilidad urbana implica una labor permanente. No existen soluciones mágicas, luego de las cuales todo quede resuelto y ya no reste más por hacer. Absurdo.

Cuarta barbaridad. Se exige que el pueblo sea escuchado en la voz de un puñado de estudiantes sanmarquinos que protestan contra la obra y atentan tanto contra el libre tránsito de personas como contra el derecho de otros estudiantes, de docentes y de trabajadores administrativos de esa casa de estudios que desean realizar sus labores cotidianas. Al mismo tiempo, no se escucha a la inmensa mayoría que está a favor de la obra, excluyendo también a los ciudadanos que viven en los alrededores del local universitario. Al parecer, para algunos expertos estos otros ciudadanos “no son pueblo”.

Quinta barbaridad. Se nos cuenta que en las grandes ciudades de mundo ya no se construyen grandes intercambios viales, que incluso algunos son demolidos y en su lugar se construyen otras obras para personas, no para vehículos. Además de reiterar esa nefasta demagogia, se nos oculta que esas grandes ciudades ya desplegaron en su momento grandes obras de infraestructura que les permitieron llegar a definir un espacio urbano sostenible, próspero y seguro. Les tomó mucho tiempo y hoy —en una etapa muy diferente de su ciclo de vida, con cambios de vocación en el uso del suelo y la evolución de su espacio urbano— hay ciertas grandes obras viales que cumplieron su rol, pudiendo hoy revertir a otros usos. No es ni por asomo el caso de Lima, que se encuentra en la situación que esas grandes ciudades vivieron medio siglo atrás. Debemos ver lo que esas ciudades hicieron hace 50 años para ser hoy ordenadas, viables y seguras, pero no necesariamente lo que hacen hoy cuando ya lograron lo que nosotros aún perseguimos y tenemos tan lejos. 

Vamos concluyendo. Es cierto que, aunque la obra se encuentra muy avanzada, se puede revisar el diseño y promover algunas mejoras. Esto es un tema técnico, aunque deba enfrentarse algunos elementos políticos inevitables. Pero esto no debe hacerse sobre la base de prejuicios, falacias o verdades a medias. Por su parte, la UNMSM tiene la obligación de colaborar con la sociedad en la que se inserta, no solo porque es parte de su responsabilidad social, sino porque esa sociedad es la real propietaria de los predios que la UNMSM administra y usufructa. Más allá de títulos prediales, es claro que en todo momento esa propiedad podría y debería revertir a favor de la sociedad si el bien común lo reclama. El conjunto de ciudadanos somos los verdaderos propietarios.

Darío Enríquez
24 de septiembre del 2019

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