Eduardo Vega
¿Que se vayan todos?
Botar a todos, sin duda, no solucionará nada

Últimamente, escuchamos con frecuencia a los analistas y supuestos líderes de opinión, gritar por todos lados: “!Que se vayan todos!”, pidiendo el recambio de la clase política que hoy se encuentra de turno en el país. Sin embargo, junto a ese grito desesperado por “la mejora” en la calidad de los políticos, parecen haber olvidado que dicho anhelo ya ha sido concedido en más de una oportunidad, siendo el resultado precisamente lo que vivimos hoy en día.
Si usted fuera el dueño de una empresa cuyos resultados no son buenos, difícilmente echaría fuera a todo el personal a la vez, en lugar de verificar quienes son efectivamente perjudiciales para el crecimiento y hacer los recambios correspondientes; pues muy difícilmente podrá garantizar que todos los que contrate serán mejores. E incluso si así lo fueran, no necesariamente todos se adecuarán de inmediato a sus nuevos puestos; peor aún si los que fueron despedidos, tampoco dejaron todo debidamente ordenado.
Siendo evidente que, como en cualquier trabajo, la función de los políticos tiene una curva de aprendizaje sobre la cual se debe trabajar para la optimización; la prohibición de la reelección para los cargos de congresista, alcalde, presidente regional e incluso presidente, fue en definitiva un error muy grueso (Si acaso no fue una movida planeada por Vizcarra), que sólo ha generado la proliferación de neófitos para los cargos de representación popular; a la par que irónicamente se exige un respeto por la carrera pública en los funcionarios para los puestos técnico administrativos.
De nada sirve, patear el tablero y gritar hasta el cansancio que venga un gobierno de transición con “técnicos especializados” (que nadie sabe bien de dónde vienen) si, en el mejor de los casos, luego de hacer una gestión relativamente decente, todos fueran obligados a regresar a su casa.
Botar a todos, sin duda, no solucionará nada, pues nos guste o no; el problema no solamente se resuelve con sacar a los inútiles; también es necesario implementar una fórmula clara y objetiva que evite la elección de advenedizos; o peor aún, que regresen al poder.
Está más que claro, que la mayoría de los “partidos políticos” del Perú, son solo un papel o formalismo que es instrumentalizado para llegar al poder, por personas de intereses subrepticios e incompatibles con los mejores intereses de la nación, quienes sólo aparecen para hacer campaña con el cuento de ser interesados por la defensa de las mayorías, mientras solo buscan beneficios personales.
Con 42 partidos inscritos y 31 en proceso de inscripción (Según datos del JNE), me da la impresión de que en el Perú debe haber más personas postulando para ser los próximos presidiarios, antes que ser presidentes; pues si los partidos en pugna fueran auténticos, ¡estaríamos viendo más locales partidarios que supermercados en las calles!
Está claro además, que hacer política en el Perú de hoy, es una tarea de valientes; pues con un nivel de polarización tan alto como el que vivimos, siendo tan evidente que la politización del sistema de justicia y la prensa; quien realmente desee hacer política, deberá tener un presupuesto aparte para soportar gastos en juicios y abogados, sin contar un extra en publicidad para combatir “troles” y lavarse la cara.
Lamentablemente, nuestra única alternativa para que la elección del 2026 se lleve a cabo dentro de un número razonable de partidos (cinco ya serían demasiados); es depositar nuestra confianza en los representantes del Jurado Nacional de Elecciones, y que sus representantes sean lo suficientemente “estrictos e imparciales”, al momento de realizar una purga correcta de las listas con los postulantes a presentar por los partidos; de manera que no tengamos planchas incompletas, parchadas, o peor aún, con impresentables, delincuentes o inhabilitados.
A nadie le gusta el gobierno de turno, pero es el resultado de los votos de quienes más se quejan, ¿O creen que Castillo tenía menos votos? Los mismos votos que definieron el resultado que nos llevó a la segunda vuelta, pusieron este congreso, y fueron esos mismos votos junto a otros más, los que pusieron a Pedro Castillo en el poder. Así que cuando vean la próxima cédula, piensen bien no solo por quién votan, sino por qué lo hacen.
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