Alejandro Arestegui
Politizando a la lana de vicuña
Desconocimiento y desinformación económicas al servicio de los medios de izquierda
Esta última semana, un informe periodístico causó revuelo entre los lectores peruanos y extranjeros. Este informe derivaba de una investigación del medio internacional progresista Bloomberg, que denuncia un supuesto expolio y estafa a las comunidades de los Andes peruanos a manos de un poderoso conglomerado europeo. Específicamente, el informe denunciaba que las comunidades de Lucanas, en Ayacucho, venían siendo abusadas y vilipendiadas con precios cada vez menores e “injustos” por la materia prima que exportan: la lana de vicuña.
La acusada en cuestión es una marca italiana llamada Loro Piana, que se especializa en la venta de ropa exclusiva hecha con lana de vicuña. Aparentemente este conglomerado italiano (ya que la empresa está subsumida dentro de un gran conglomerado dentro de los cuales se encuentran marcas muy prestigiosas como Louis Vuitton) estaría abusando de los comuneros ayacuchanos pagándoles minucias por el trabajo de trasquilar la lana de vicuña.
Las personas de la comunidad estarían recibiendo un aproximado de US$ 280 por cada kilo de lana que extraen, mientras que la firma italiana vendería sus ropas a precios exorbitantes en las mejores tiendas del mundo con precios que oscilan desde los US$ 5,000 hasta los US$ 30,000, dependiendo de la prenda en cuestión.
Debido a que el dinero en total se reparte de forma colectiva y no individual, muchas de las personas aparentemente no estarían recibiendo nada. Esto se suma a que la operación de trasquilar lana de vicuña ocurre como máximo dos veces al año, por lo que los comuneros reciben auténticas miserias, encima teniendo que compartir el dinero con foráneos que vienen sólo para participar de la actividad del trasquile de vicuñas. Según informes y encuestas nacionales (INEI), la comunidad de Lucanas es una de las más pobres de la sierra centro, con mucha de su gente viviendo en los umbrales de la pobreza desde hace décadas.
Obviamente la explicación de este fenómeno es multicausal. Cosas similares ocurren en regiones mucho más pobres. Si miramos las estadísticas, tal es el caso de Huancavelica, Apurímac e incluso Puno, lugares donde no hay inversión privada y donde no se puede culpar a un gran conglomerado extranjero de la miseria de los lugareños. Curiosamente en los cuatro departamentos antes mencionados (incluyendo Ayacucho donde se encuentra Lucanas) son todas regiones que sufrieron el terrorismo en los años 80; y que previamente se habían empobrecido debido a la nefasta reforma agraria del dictador Juan Velasco Alvarado.
¿Por qué este fenómeno es recogido por los nefastos integrantes de la casta política izquierdista? Bueno, es obvio que este tipo de “injusticias” avivan sus propuestas de demagogia (justicia social) y de mayor intervención del estado para que pueda, supuestamente, “poner en su lugar a los abusivos y codiciosos empresarios”. La noticia no ha pasado desapercibida en el extranjero, ya que no solamente medios como la República o Wayka lo han recogido. El diputado demócrata (socialistoide) Robert García, americano, pero de ascendencia peruana, ha prometido tomar cartas en el asunto, prometiendo acabar con las injusticias de los pueblos indígenas del Perú y combatir el trabajo no remunerado.
No cabe dudas de que estos temas, que nos deben preocupar como seres humanos y causarnos empatía y solidaridad, no deben de ser aprovechados por los miserables políticos, ellos nunca velan por el bienestar de nadie, salvo de ellos mismos. Simplemente usan el sufrimiento ajeno como un medio propagandístico para difundir sus nefastos ideales estatistas e intervencionistas, los cuales siempre favorecerán a los políticos (y a todos los medios que trabajan para ellos por supuesto). Si en verdad queremos ayudar a los comuneros de Lucanas debemos combatir la ignorancia y la desinformación de reportajes como los de Bloomberg.
El mayor error (no sé si adrede) es repetir de forma ignorante y constante que los comuneros no reciben un precio justo por su actividad y sus recursos. Sin embargo, debemos de preguntarnos, ¿cuál es el precio justo? El precio justo en realidad es una completa farsa, una utopía, algo inexistente. Para Friedrich Hayek, lo más cercano al precio justo “es lo que una persona puede obtener en un mercado libre a cambio de sus bienes y si le conviniese venderlo o no”.
Por otra parte, el gran economista Ludwig von Mises explicaba que la a la cataláctica, esto es, la teoría de los tipos de intercambio y de los precios, no le correspondía predecir las formas de intercambio que se daban en el mercado y menos aún determinar precios objetivos o “justos”. En palabras del economista austriaco:
Los precios justos, equitativos, carecen de relevancia científica; tales conceptos no son más que máscaras tras las que se ocultan simples deseos; vanas pretensiones de que las cosas sean distintas de cómo son. Los precios de mercado son función de los juicios de valoración de la gente tal como ésta efectivamente se pronuncia.
Por lo explicado anteriormente, conceptos como “precio justo” o “justicia social” son términos vacíos, huecos, carentes de significado real. Son solamente artilugios utilizados por los parasitarios medios periodísticos y políticos de izquierda para mantener en la ignorancia económica a todos sus lectores.
Podemos llegar a varias conclusiones, la más evidente es que todos los defensores de los “precios justos” tienen el nivel de economía de un niño de inicial (creo firmemente que incluso el niño por pura ingenuidad y dulce inocencia dice la afirmación de “la pobreza se soluciona imprimiendo más dinero”).
Por otro lado, los insidiosos izquierdistas lo repiten firmemente para expandir la ignorancia y el desconocimiento. Si en verdad queremos apoyar a nuestros hermanos de la comunidad de Lucanas, debemos enseñarles cuestiones básicas que ayuden a volverlos cada vez más competitivos, e incluso que puedan darle valor agregado a su materia prima de exportación, en este caso la lana de vicuña.
Muchas veces la ausencia de un análisis económico de un problema social hace que lleguemos a conclusiones erradas. Muchas veces la interferencia del estado es causante del empobrecimiento de las comunidades, su despreocupación y abandono por parte de los burócratas y la falta de conocimiento de los lugareños en temas de economía y marketing básicos.
El asesoramiento por parte de economistas, publicistas, abogados y expertos en marketing serían mucho más útiles que imponer una nueva barrera burocrática que obligue a los empresarios de Loro Piana a pagarles “un precio justo” a los comuneros. Lo peor es que con la intervención estatal, lo que podría producirse es que las empresas terminan fugando a otros mercados emergentes en cuanto a la industria de la lana de vicuña se refiere, como es el caso de Chile.
La fuga de capitales y el traslado de la empresa italiana dejaría en la total ruina y miseria a la comunidad de Lucanas, el tema no está allí, sino ayudar a los comuneros a conseguir nuevos proveedores, difundir su producto para atraer nuevos mercados e incluso, una negociación con la empresa que busca un nuevo contrato que implique que algún porcentaje de las utilidades quede en manos de los comuneros.
Existen tantas soluciones que nos puede proveer el sector privado y el libre mercado a este problema, obviamente estas soluciones beneficiarían a los comuneros y a la empresa italiana, dejándole sin tajada del pastel a los políticos y a sus nefastos esbirros dentro de los medios de comunicación. Es de deber de todos aquellos con sentido común denunciar este tipo de informes tendenciosos y maliciosos, que en lugar de proponer soluciones inteligentes y beneficiosas, sólo proponen odio, rencor y estigmas; propio de los pseudo paladines de la “justicia social y los precios justos”.
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