Carlos Hakansson
Política y pasión
El peligro en un proceso electoral radica en avivar las emociones sin presentar propuestas sensatas

Las campañas electorales suelen ser intensas y apasionadas, pero a menudo dirigidas para un electorado desinformado. Como explicaba Mario Vargas Llosa en varias de sus conferencias. Si bien la pasión puede enriquecer el amor humano y el arte, cuando se instrumentaliza en la política genera desastres sociales, económicos y culturales que obstaculizan el desarrollo de un país. Con las elecciones generales de abril de 2026 ya convocadas, es crucial observar qué candidatos carecen de propuestas sólidas, planes de gobierno coherentes y equipos de trabajo con competencia.
Una campaña deja de ser política cuando se basa en discursos revanchistas y respuestas radicales a los problemas sociales y económicos, utilizando una retórica cargada de odio y carente de sentido común. Es un enfoque que se centra en señalar culpables y prometer represalias, en lugar de ofrecer soluciones constructivas con beneficios a futuro. En la región, las desigualdades han sido utilizadas para convertir la palabra "cambio" en un lema distintivo de discursos divisivos, que exacerban las contradicciones entre los votantes
Si bien los discursos articulados, realistas y esperanzadores también necesitan despertar la pasión, deben surgir de ideas fuerza que conecten con los ciudadanos y sean esenciales para cerrar una campaña. El verdadero peligro en un proceso electoral radica en avivar las emociones sin presentar propuestas sensatas que conduzcan a la prosperidad. Estas fórmulas, de llegar al poder, condenan al país al fracaso, profundizando los problemas en educación, salud, empleo, cultura y economía, y limitando las oportunidades y la madurez política.
La política, como actividad humana, busca alcanzar el bien común. Una labor imposible mediante soluciones que vulneren derechos fundamentales como la vida, la libertad, la igualdad y la propiedad, principios esenciales para la conducción democrática de un buen gobierno. En contraste, las políticas de austeridad en el gasto público, que priorizan lo urgente y promueven la eficiencia en la administración, son más responsables y con beneficios en el largo plazo. En especial cuando se enfocan en mejorar servicios como salud, educación, seguridad e infraestructura, además de fomentar la iniciativa privada formalizada y el cumplimiento tributario; lo cual resulta preferible a las propuestas demagógicas de refundar la patria mediante revoluciones irracionales y divisorias que justifican una nueva asamblea constituyente como un cheque en blanco.
Es cierto que, en la recta final de las campañas, los momentos de pasión son inevitables tras la presentación de planes y reformas cargadas de emoción por los candidatos. Sin embargo, unas elecciones basadas únicamente en emociones, sin propuestas responsables, solo producen odio sin transmitir una esperanza de mejora en los electores. Es un enfoque que jamás conducirá al bien común, reflejo de una sociedad democrática que toma decisiones sacrificadas pero responsables, difíciles pero efectivas, duras pero sostenibles a largo plazo. Solamente con responsabilidad y visión de futuro se puede construir una democracia que prospere en libertad y justicia. En esta campaña, como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de exigir propuestas que miren hacia el futuro con esperanza y compromiso.
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