Heriberto Bustos
Organización, liderazgo, autoridad y gobernabilidad
No sabemos hacia dónde va el país

Con el fin de entender la relación entre organización, liderazgo, autoridad y gobernabilidad nos remitiremos a ciertas afirmaciones a tener en cuenta. La primera está relacionada con el reconocimiento del hombre como un “animal social”, debido a las serias limitaciones que tiene para actuar con éxito individualmente; de manera solitaria no puede desarrollarse como persona, por ello nuestra tendencia a juntarnos en vez de aislarnos. Recordemos que el comportamiento humano es resultado del aprendizaje y la experiencia, en cuyo tránsito fue acompañado del lenguaje.
En el recorrido señalado, la forma de conducirse tuvo que ir modificándose, ya sea por los niveles organizativos y de compromiso que fueron surgiendo, como por la asunción de responsabilidades para vivir en colectividad. Es en ese discurrir que surge el Estado como máxima expresión organizativa de la sociedad, encargada de regularla legalmente, a fin de proporcionar un marco general de orden para el desarrollo de las actividades humanas. Se evita la colisión de intereses a través del establecimiento de una serie de normas o leyes, institucionalizando los deberes y derechos, de modo que la libertad de cada uno pueda coexistir con la de otros.
Ahora bien, en una sociedad en la que prima la democracia, la autoridad emana del encargo conferido por sus componentes a quienes se responsabilizarán de conducirla, respondiendo a sus necesidades, expectativas y aspiraciones. En este escenario surge la figura del líder, que se refleja en las habilidades que tiene una persona para guiar a otras e influenciarlas de modo que trabajen con entusiasmo en el logro de sus objetivos.
El líder como un ser comunicativo, honesto, disciplinado, creativo y con capacidad de tomar decisiones resulta condición básica para asegurar el equilibrio entre las demandas sociales y las capacidades del sistema político para resolverlas. Solo así asegurará la gobernabilidad, fundada en la disposición técnica y política con la que el Estado cuenta para dar solución a las demandas de la sociedad.
La existencia de algunos indicadores —como la disminución del crecimiento económico, la no resolución de una serie de compromisos del gobierno con varios sectores económico productivos, las protestas de los gremios, de los padres de familia contra imposiciones ideológicas en el proceso enseñanza aprendizaje, los atentados contra derechos de unos so pretexto de defensa de otros, la inseguridad— evidencian un cuadro de crisis de gobernabilidad. En esos casos, la organización, autoridad y liderazgo pierden su sustento.
En algún momento de su campaña, quien iniciara el actual Gobierno señalaba: ¡Se acabó el recreo! Trataba de convencernos para apostar por un futuro más serio; no obstante, los cambios que se operaron con su salida han incrementado aún más la ausencia de dirección, protección y orden que el país requiere, algo que cada día se hace más evidente. No se tiene claridad sobre la dirección hacia dónde va el país, carecemos de un Plan Nacional de Desarrollo, los diversos sectores regentados por los ministros, al ser cambiados en muchos de los casos por ineptitud, caminan en función de buenos deseos, sin planes de mediano plazo. Y lo que es más trágico, con mucha permisibilidad y convivencia con la corrupción, amiguismo y familiaridad. La población y las empresas están desprotegidas ante las amenazas, y finalmente las normas existentes no son siquiera respetadas.
En este escenario, corresponde superar las debilidades relacionadas con la ausencia de organización política y representación. Para ello se debe convocar a amplios sectores políticos, profesionales y sociales para construir un equipo que piense y actúe por un futuro mejor para los peruanos, posponiendo intereses particulares o de grupo.
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