Cecilia Bákula
Octubre: mes de hispanidad, fe y procesión
En estos tiempos de violencia y temor, el Señor morado nos da esperanza
En el Perú, la fe mueve más que montañas y no importa la situación política que pudiéramos estar viviendo –que parece ahora algo encaminada hacia la cordura– octubre es un mes de oración, de súplicas, de tradición de fe.
El culto al Señor de Pachacamilla, que empezó asociado a un barrio pobre de Lima, la capital virreinal, se ha convertido en una expresión de fe mundial pues se puede afirmar que en más de 200 lugares del orbe, ese culto se vive con intensidad y si a ello le agregamos la tradición que dice “donde hay un peruano, está el Señor de los Milagros”. Comprendemos que así lo demostró también León XIV, el Papa “peruano”, quien el último domingo tuvo gestos y palabras de especial cariño hacia nuestra tan querida imagen, que paseó orgullosa y aclamada por la Plaza de San Pedro.
El culto al Señor de los Milagros es un fenómeno de fe cristiana que supera los límites de nuestras fronteras; es una festividad y una vivencia de fe que nos remonta a los inicios de nuestra vida y nos une y ensambla con la hispanidad de origen y al mestizaje de muchas razas. Es así como cada año, cada octubre, las sagradas andas del Cristo Moreno salen a las calles y se hacen uno con el pueblo fervoroso.
El templo de las Nazarenas en Lima se repleta de fieles y cada hora, en misas de gran acogida y sentido, los asistentes pugnan por acercarse a las andas que saldrán en procesión a lo largo del mes. Iguales ceremonias, procesiones y actos de liturgia se llevan a cabo en todas las ciudades del país, con la misma fe, el mismo recogimiento y la vivencia de que hay tradiciones que son parte de nuestra identidad nacional.
Es importante saber que la imagen que se venera en las sagradas andas, son dos: una es la pintura de la Virgen de la Nube, una antigua devoción quiteña que llegó a Lima en el siglo XVII y la otra imagen, propiamente la del Señor, data de 1687 hecha gracias al tesón de Sebastián de Antuñano. La imagen original, la que apreciamos en el muro del retablo en el templo, fue pintada por un esclavo oriundo de Angola hacia 1651. Debemos entender que es un mismo culto y que el lienzo que recorre las calles, tiene una historia de amor que lo sostiene, protege, cuida y se relaciona con las hermandades, las cantoras, las sahumadoras y el siempre presente pueblo peruano.
Hablamos, entonces, de actos de piedad creciente, que se originó en nuestra ciudad hace por lo menos 370 años, pues la imagen primera, la que se ha conservado en el muro fue pintada por un artista desconocido; según el historiador Raúl Porras Barnechea fue Pedro Dalcón, esclavo que sin formación artística, pintó la imagen de Cristo Crucificado en la pared de adobe que luego se convertiría en la pared del Altar Mayor del Santuario de las Nazarenas de Lima. Desde el primer momento, ese muro se ha mantenido en pie a pesar de que la ermita de la que era parte, colapsó totalmente con el terremoto que asoló a la ciudad en 1655. , siendo recordado como uno de los más devastadores sismos que ha sufrido nuestra capital: 1687, 1746 y 1940 y subsiste aún hoy en día, para adoración y veneración de los fieles.
La primera procesión del Cristo de Pachacamilla ocurrió en 1687, cuando otro terremoto sacudió a Lima nuevamente. Para esa ocasión, Sebastián de Antuñano mandó a hacer en lienzo una copia del Cristo que figuraba en el muro y lo sacó en procesión a recorrer las calles de la ciudad. A partir del recuerdo del terremoto del 28 de octubre de 1746, se establece la costumbre de que la imagen salga en procesión por lo menos el 28 de octubre de cada año. Ese terremoto es el más devastador que se recuerda en nuestra historia; fue seguido de un tsunami y el mar llegó a una legua de distancia, hasta lo que ahora conocemos como av. Colonial, en donde se levantó una Iglesia conocida como la Virgen del Carmen de la Legua.
Con el paso del tiempo se añadieron la imagen de Dios Padre, María y María Magdalena lo que afianzó la iconografía del Señor de los Milagros. En la actualidad, las milagrosas andas del Señor de los Milagros recorren Lima en varias oportunidades y trayectos y este año, volverá a visitar al Callao. Los recorridos son largos y muy esperados y la imagen regresará definitivamente al monasterio el 1 de noviembre, esperando el próximo octubre para adueñarse de su ciudad. Desde ese día hasta el siguiente octubre, la imagen procesional se custodia en el coro bajo del monasterio en donde no está al acceso del público sino, más bien, bajo la custodia de las religiosas carmelitas de las Nazarenas.
Es por ello que cada octubre, cuando el Señor sale nuevamente a encontrarse con sus fieles y a ser expuesto al lado del altar mayor, hay una explosión de alegría, de algazara, devoción. Y es como el reencuentro con el amor, con la esperanza y la fe, con nuestra tradición e identidad que da a Lima y a todos los lugares en donde se venera esta imagen, una manera especial de ser en octubre. Y en estos tiempos de angustia, violencia, temor, el Señor morado nos da esperanza, nos consuela y protege.
















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