Piero Gayozzo
Lecciones del Este: Cómo Occidente podría lidiar con el Islam
Debemos tener cuidado con la formación de enclaves musulmanes en Latinoamérica

Durante siglos Europa ha sido uno de los principales objetivos del Imperio Otomano y de las pretensiones expansionistas del islam. En un mundo globalizado y de oportunidades económicas en tierras distantes, América Latina podría también llamar la atención de nuevas olas migratorias, entre ellas la islámica. Es cierto que todo proceso migratorio es enriquecedor, tanto por el mestizaje y el intercambio genético, como por el intercambio y enriquecimiento cultural. En estos procesos suelen crearse las fusiones y misturas culinarias, musicales y artísticas que, bien llevadas, cambian para bien nuestro paso por la vida. Sin embargo, existen procesos migratorios descontrolados que pueden erosionar las estructuras sociales.
Tenemos el ejemplo de una Europa que alberga a 50 millones de practicantes de la fe islámica cuya integración no ha sido la adecuada por la misma naturaleza de su cosmovisión. Por esta razón, para lidiar específicamente con el islam y sus pretensiones expansionistas, Occidente debería ver el ejemplo de Oriente y aprender de algunos países que han logrado reducir y controlar el fundamentalismo islámico y su potencial amenaza para el orden público. He aquí algunos ejemplos y posibles adecuaciones.
- Educar e integrar. La principal herramienta para evitar la radicalización es la educación. En Singapur, la educación posee un carácter multiétnico, razón por la cual en las escuelas se celebran festividades religiosas de los principales credos del país. Esta estrategia ha permitido la tolerancia y la integración; sin embargo, esta medida requeriría de acción directa del Estado, algo que, por los intentos de la izquierda latinoamericana por atornillarse en el poder, no sería una muy buena. La mejor forma en que América Latina podría incluir una política similar sería mediante reformas educativas laicas con tendencia a la asimilación. Es decir, combatir la fe islámica con la doctrina cristiana solo generará confrontación. En lugar de ello, la promoción del pensamiento crítico dotaría de estrategias y habilidades lógicas a todos los educandos. Una medida como esta debería ser acompañada de otras políticas que reflejen el espíritu moderno y minimicen la probabilidad de comisión de delitos, como la prohibición de la burka o velo islámico en público, tal cual se ordenó en Sri Lanka.
- Procesos de desradicalización. En la región nororiental de Xinjiang en China existe una población islámica de origen túrquico bastante grande. Para evitar la radicalización y las intenciones independentistas de esta población, el gobierno chino ha recurrido a diversas estrategias de asimilación y reeducación. Una de estas es la creación de “Centros de Reeducación” en los que internan fanáticos y fundamentalistas musulmanes. Claro que en China los campos de reeducación han devenido, según los denunciantes, en centros de desaparición y adoctrinamiento. A pesar de ello, en Occidente este ejemplo no debería ser descartado, pero sí atenuado. La creación de centros preventivos de acondicionamiento para sospechosos de extremismo o de tener vínculos con organizaciones radicales se vuelve un imperativo. Procesos similares han emprendido Tailandia y Myanmar, países que mediante diversos esfuerzos por homogenizar culturalmente a sus minorías islámicas han hecho prevalecer el orden público incluso en épocas del terrorismo internacional.
- Políticas de integración étnica. Para evitar la concentración de etnias en barrios específicos y la creación de guetos que devengan en zonas de exclusión y, por tanto, proclives a la radicalización, Singapur ha diseñado una política de distribución poblacional muy interesante. En Singapur, país multiétnico, se han ejecutado Políticas de Integración Étnica, una de las cuales establece que en cada enclave urbano existan cupos de residencia por etnia proporcionales al porcentaje de dicha etnia existente en el país. Así, cada barrio solo puede tener un máximo de chinos, indios y malayos, estos últimos islámicos, para promover la interculturalidad y el reconocimiento a pesar de las diferencias. Diseminando la ubicación de los islámicos y controlando su capacidad de reunión, se podrían evitar focos de radicalización.
- Control de las actividades religiosas. En Vietnam y en China existen registros estatales de organizaciones religiosas y del seguimiento de sus actividades. El control de las organizaciones religiosas es fundamental para evitar su politización, radicalización y es complementaria a las políticas de desradicalización e integración. Sobre todo, con religiones con mayor tendencia al fundamentalismo y con muestras de evidente rechazo al mundo occidental, como es el caso del islam.
- Acción ciudadana. Otro punto importante es la resistencia ciudadana y la colaboración con las alcaldías. El año 2021 en Daegu, Corea del Sur, y el año 2010 en Kioto, Japón, la ciudadanía local se organizó y ofreció resistencia a la construcción de Mezquitas y templos islámicos. Aunque puede no ser una de las más eficaces medidas, la presión de la ciudadanía siempre es importante para llamar la atención de las autoridades ante un problema público.
Actualmente, el Islam ha adoptado una actitud beligerante, antimoderna (rechaza los valores de occidente) y expansionista. Su propia cosmovisión y politización fomenta la reacción violenta contra los infieles y la promoción de su credo feudal en el mundo. Es por esta razón que debemos tener cuidado con la formación de enclaves musulmanes en Latinoamérica. Es mejor prevenir antes que lamentar.
COMENTARIOS