Jorge Varela
Las contrapropuestas de don Hernando
La tentación política de jugar a las cartas

“Aquí estamos esperando”, es lo que se escucha en ambientes sociales, económicos y políticos. ¿Qué estamos esperando? La verdad: aún no se sabe qué y no se sabe a quién. ¿Al o a la que ha de venir a salvarnos? Esta pregunta ya se la hizo hace siglos Juan Bautista, antes de anunciar la llegada del Mesías. La diferencia es que los tiempos actuales no son propicios para tragarse avalanchas de mensajes neomarxistas obsoletos, provenientes de redentores iluminados, sin sentir náuseas y tener arcadas.
¿Usted es de los que todavía piensa que las ideas de Vladimir Cerrón y Pedro Castillo son las que vendrán a resolver definitivamente los problemas del Perú y los suyos? ¿O quizás usted no es proclive a entregarle la conducción del gobierno a Keiko? ¿Qué hará? ¿Cuál será su opción? Quiéralo o no, el dilema está instalado. Procure, eso sí, elegir acertadamente para no soportar en carne propia consecuencias nefastas para su futuro y el destino común.
No faltará el comentarista o el dirigente político de izquierda que con el afán de convencerlo afirme lo siguiente: “La situación no es tan dramática como la vaticinan nuestras élites y los círculos de empresarios e inversionistas timoratos, asustadizos, preocupados solo de mantener sus prebendas y granjerías. Nuestra patria no es Venezuela, ni Cuba, ni Nicaragua, ¡nunca seremos como ellos!”. “No hay que tenerle miedo al cambio de modelo, al progreso anticapitalista, a terminar con las injusticias del mercado libre. Ya vendrá el Estado socialista poderoso a defendernos de los corruptos”.
Déjeme decirle cuán equivocado está si le hace caso a estos embaucadores.
El programa de Cerrón y Castillo
Si tiene tiempo, le recomiendo que eche una mirada al Programa de Perú Libre. Así saldrá de dudas. Para empezar su Introducción reconoce que se trata de “un documento contestatario al neoliberalismo, donde los niveles de la lucha de clases no se circunscriben al plano económico, político o social, sino algo más importante, también a los planos ideológico y cultural”. Una de las primeras definiciones contenidas en dicho documento afirma que “para ser de izquierda se necesita abrazar la teoría marxista, y bajo su luz interpretar todos los fenómenos que ocurren en la sociedad mundial, continental y nacional. Por tanto, decirse de izquierda cuando no nos reconocemos marxistas, leninistas o mariáteguistas, es simplemente obrar en favor de la derecha” (Capítulo I).
En lo económico declara que varios parámetros han sido tomados de la experiencia gubernamental de la República Plurinacional de Bolivia y de la República del Ecuador, del gobierno de Morales y Correa (Capítulo II). ¿Qué me dice? ¿Le parece irrelevante? Acaba pues, de notificarse que deberá abrazar la causa marxista e identificarse además como un adicto tardío al ideario leninista. Y eso que Castillo y Cerrón presumen ser la voz del Perú profundo.
Mientras el plazo se acorta y la noche se torna más oscura, crecerán las dudas y el oportunismo de aquellos que no están dispuestos a zozobrar en medio del océano agitado.
Las extrañas contrapropuestas de don Hernando
Si se lee bien a don Hernando de Soto, un ex candidato que todavía irradia prestancia académica, aunque algo lánguida a causa del paso y peso de los años, se deducirá que el criterio político es un atributo escaso y que siempre habrá ‘un virrey escondido’ a punto de emerger en el espacio.
¿En qué consiste la fórmula evasiva de su autoría? Don Hernando sostiene que: “una propuesta marxista leninista nos condenaría a todos a la pobreza”. En tanto que “una propuesta que invita a restaurar una economía de mercado que no contiene los instrumentos necesarios para beneficiar a la mayoría de los peruanos incitaría una rebelión”. En uno de sus comunicados –oficiando de primer ministro no designado– sugirió a la candidata Fujimori una fórmula para que su propuesta –de ella– sea inclusiva y no mercantilista;, y al candidato Castillo, otra fórmula para que no se politice la economía dentro de un régimen comunista.
Pero el planteamiento que ha generado mayor controversia es la idea –proveniente del alto Olimpo, donde confluyen los diletantes y las élites superiores– de establecer la intervención de cuatro organismos internacionales, representados por tres jefes de Estado no latinoamericanos, como garantía de cumplimiento de las nuevas propuestas de los candidatos.
Patria y vida: la fórmula digna
Parece que don Hernando, otra vez, ha puesto fichas en un tablero equivocado. La contingencia que se vive y el panorama complejo que se aproxima no están para extraer conejos de la bolsa negra o para jugar a los naipes. En Chile, el año 1970 el Partido Demócrata Cristiano, gran perdedor de la elección presidencial, suscribió un Pacto de Garantías Democráticas con la coalición socialista marxista triunfante para que el candidato Salvador Allende accediera al poder. Un acuerdo que no se respetó y cuya transgresión constante fue en definitiva uno de los detonantes del colapso en 1973.
Cuando la lucha de clases ha arribado a los confines andinos, no es posible seguir jugando a los dados con tanto desparpajo. La historia es implacable con los débiles. No solo con los débiles, también con los poderosos, cuando estos se exceden en el logro de sus propósitos.
Para no sucumbir, mejor cantemos cómo cantan los jóvenes cubanos que han despertado y comienzan a movilizarse, después del largo sueño de sus padres y abuelos:
No más mentiras
mi pueblo pide libertad.
No más doctrinas,
ya no gritemos patria o muerte
sino patria y vida.
¡Patria y vida!
Este tiene que ser también, nuestro canto y nuestro lema: ¡Patria y vida!, siempre.
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