Heriberto Bustos
La corrupción no tiene fronteras políticas
Corroe al Estado a través de políticos de derecha y de izquierda

Tiempo atrás resultaba bastante fácil distinguir, en el terreno político, las diferencias entre los grupos (organizados o no) de la derecha y de la izquierda. De modo que, para el colectivo, en el país se operaba la confrontación entre los partidos ubicados en esas dos posiciones, ambas con propuestas ideológicas, programáticas e intereses bastante claros: de un lado “los pudientes o ricos”, afiliados principalmente en Acción Popular, Democracia Cristiana, Partido Popular Cristiano; y de otro, los marginales con emoción social, que se sentían representar a “los pobres, desposeídos y marginados” como el Partido Socialista y luego Comunista del Perú, que fuera atomizándose por intereses diversos y fundamentalmente por su ubicación en un determinado grupo o sector en la sociedad. En posición intermedia, y oscilando entre ambos, se ubicaba la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). La derecha se aferraba al juego político en el escenario de la democracia, representando al individualismo y el lucro, mientras la izquierda ponía énfasis en la igualdad asumiendo la representatividad del comunitarismo y la bondad.
En la actualidad resulta bastante difícil delimitar el escenario en los campos señalados, pues con el transcurrir de los cambios económicos, sociales y culturales, han ido surgiendo posiciones extremas e intermedias. Estas últimas son las de mayor crecimiento, en tanto allí se ubican lo que para unos sería “sectores de clase media” y para otros los “sectores profesionales de mayor instrucción” o grupos emergentes económicamente, quienes se han convertido en grupo importante por su volumen y destreza para lograr ventajas individuales (al utilizar con mucha habilidad a los dos extremos mencionados).
Ocurre entonces que en la actualidad la utilización de estos términos resulta, por decir lo menos, antojadiza e irresponsable. Sobre todo cuando se refiere a la izquierda, pues se trata de una porción de ella que sucumbió frente al avance de la individualidad, aprovechando las limitaciones ideológicas de sus adeptos. Es más, so pretexto de una actuación responsable, fueron asumiendo posiciones ideológicas “mezcladas” de lo que correspondía antaño a derechas e izquierdas, recibiendo por ello el mote de “caviares”, debido a que viven como ricos engañando y engañándose de ser o reencarnar a los pobres, actuando a través de la representatividad en la política formal y el copamiento de instituciones del Estado. Si de allí proviene su fuerza política, su base económica le es otorgada por un grupo de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), complementada por sus relaciones de servicio al gran capital. Incrementan su poder con la influencia mediática, a través de voceros oficiales u oficiosos en los medios de prensa y en el terreno cultural.
Lo señalado evidencia, que la hoy denominada izquierda no es sino un grupo político cuyo fundamento ideológico se enraíza en el individualismo. Dicho de otro modo, el comunitarismo quedó atrás y las utopías que congregaban ilusiones y motivaban acciones han caído en la utilización malévola de gente que dice personificar los intereses de los desposeídos. En ese escenario puede entenderse el apego por la desaparición de los partidos, el interés por esconder las posiciones ideológicas que subyacen en su actuación, la alianza malévola con el gran capital, la ilegalidad, el narcotráfico, las coimas, el ocultamiento de su participación en todo el proceso de la corrupción.
La corrupción ha terminado no sólo desenmascarando a la derecha genuflexa, también ha logrado devorar a sectores blandengues de la izquierda, en su intento de traer por los suelos sus ideales y utopía. En la actualidad no se trata de renegar de la política; por el contrario, los que aún creemos ser herederos de la bondad necesitamos reaccionar en la lucha real contra la corrupción. Para ello es necesario superar hipocresías y elaborar propuestas para un mejor país, a través de programas que involucren el bienestar, recuperen los valores y sobre todo breguen por el bien común, haciendo de la ideología comunitaria un punto de referencia para, sin exclusiones, rescatar a la democracia de las manos manchadas de vergüenza que actualmente la detentan.
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