Luis Bustamante

Inteligencia artificial e inteligencia humana

Nos acercamos a una “singularidad esencial” en la historia humana

Inteligencia artificial e inteligencia humana
Luis Bustamante
29 de enero del 2024


El progreso humano alcanza una velocidad y un ritmo vertiginosos. Hace tan solo unos pocos años hubiéramos sido absolutamente incapaces de anticipar dónde nos encontraríamos en este punto del tiempo. Y hoy nos sentimos impotentes al tratar de vaticinar dónde nos llevarán los meses y años venideros.

Consciente, como estoy, de mis limitaciones en materia científica —como diríamos los de mi tiempo “finalmente soy de letras”—, me aventuré a incursionar en el entreverado bosque de la internet en busca de datos iluminadores sobre las proyecciones de la inteligencia artificial. Y lo que pude hallar me dejó todavía más ofuscado.

Se calcula que hace unos 40,000 años los primeros humanos salieron del actual territorio africano a ocupar el resto del mundo. Hace unos 10,000 años se produjo lo que podríamos llamar el nacimiento de la agricultura, cuando centros poblados menores vivían los principios de una sociedad civilizada y se iniciaban los flujos que llevarían a la ocupación de las primeras tierras hoy americanas. Y recién 5,000 años atrás las formas iniciales de civilización dieron origen a la escritura. Ha sido solo hace 2,500 años que apuntaron las notas fundamentales de lo que sería después considerada una democracia, y se asentaron las bases de la filosofía del mundo hoy occidental, mientras en la actual China aparecían las herramientas del cálculo.

La Tierra ha dado muchas vueltas desde entonces. Recién en el último medio siglo la humanidad logra una visión más global de su existencia, gracias a la cibernética y al mayor intercambio informativo y económico. La experiencia humana adquiere así una dimensión más planetaria. En nuestros tiempos, el avance tecnológico es más rápido que la imaginación común.

Uno de los primeros en usar el término “singularidad”, el futurista Raymond Kurzweil, opina que, para 2029, las computadoras —que hoy ya pueden hacer muchas cosas que hacen los humanos, y en ocasiones mucho mejor— estarían a la par con la inteligencia humana, y no podrá identificarse su origen por el uso del lenguaje original. Pero su anuncio más dramático es que, según sus cálculos, en 2045 la capacidad intelectual humana será multiplicada por mil millones, lo que supone un cambio profundo y único al que por ello denomina “singularidad”.

Así nos acercamos a lo que Stanislaw Ulam denominó como “singularidad esencial” en la historia humana: el momento en el que la civilización experimenta una “aceleración dramática del progreso técnico”. Algunos, más osados, se atreven a identificarla con el punto en el que la capacidad de la inteligencia artificial superaría a la de la inteligencia humana.

La aproximación a ese punto de inflexión no es seguida por todos con el mismo entusiasmo. Algunos, escépticos como Steven Pinker, dicen que no hay la más mínima razón para creer en una singularidad inminente, y que el hecho de que algunos la avizoren en su imaginación no es evidencia de que sea probable ni siquiera posible.

Otros, más entusiastas como Jürgen Schmidhuber, ante la noticia sobre máquinas que aprenden solas y hasta solucionan problemas no programados, pronostica que será “en el año 2030, cuando algo nuevo, radical e increíble, podría ocurrir”. Y otros, como George Dyson, van más allá, y señalan que no hay que esperar tanto pues el momento de la singularidad ya llegó. Esta variedad de perspectivas lleva a Gary Marcus a expresar que la única diferencia real entre los entusiastas y los escépticos está en un marco de tiempo.

La sola noticia de que hay máquinas creadas por los hombres que pueden llegar, a su vez, a crear otras más avanzadas que ellas, mueve a algunos, sobrecogidos por el asombro, a dudar de la capacidad de los creadores originales de llegar a dominar las nuevas versiones. Pero, con o sin entusiasmo, la gente parece ir rindiéndose frente a la inteligencia artificial pese a su incapacidad de imaginar sus consecuencias.

De más está abundar en el tremendo cambio que experimentarán las sociedades cuando todo lo avizorado por especialistas y futurólogos sea parte de sus propias realidades, aunque amplios sectores importantes dentro de aquellas se sientan incapaces de acomodarse a esta nueva realidad.

Mientras todo ello ocurre, o no, en menor o mayor tiempo, solo nos queda reconocernos abrumados por todo lo que supone la inteligencia artificial y, sobre todo, por la admiración de ese logro de dimensiones siderales gracias a la inteligencia humana, que fue capaz de crearla y que debe ser capaz de manejarla.

Luis Bustamante
29 de enero del 2024

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