Eduardo Vega

Guerra de medios / medios de guerra

Polarización, manipulación y desinformación

Guerra de medios / medios de guerra
Eduardo Vega
07 de marzo del 2025


La polarización en los medios de comunicación ha alcanzado niveles sin precedentes. La competencia ya no se limita a la búsqueda de la mejor noticia o portada, sino que también se ha convertido en una estrategia de desacreditación mutua, en un juego en el que intervienen el llamado
fact-checking y la posverdad.

A diario se publican noticias sobre declaraciones y actuaciones de figuras políticas, tanto nacionales como internacionales, que parecen increíbles o, peor aún, imposibles de desmentir. En muchos casos resulta difícil determinar si estas informaciones surgen para vender titulares, generar controversia o simplemente marcar tendencias. Aún más preocupante es que, cuando se cometen errores, rara vez se rectifican, ya que muchas de estas afirmaciones fueron presentadas en términos condicionales, evitando así la responsabilidad directa de su veracidad.

Además, la manipulación y dosificación de información con diversos fines es evidente. La subjetividad con la que se valoran las filtraciones según la posición ideológica de quien las emite ha generado un desinterés generalizado en la población por el consumo de noticias, sin importar la fuente.

Cuando los "periodistas" adoptan disfraces para generar contenido sensacionalista, ridiculizan a políticos con apodos o atacan empresarios con fines partidistas, terminan desacreditándose a sí mismos y afectando la credibilidad de todo el gremio. En este escenario, la información se convierte en un arma de desinformación, fomentando la polarización y el odio en lugar del análisis crítico.

Nadie posee la verdad absoluta, pero es alarmante que, bajo la supuesta independencia periodística, algunos comentaristas relativicen la información hasta el punto de convertir versiones tergiversadas en instrumentos de victimización. Esto se ve agravado por la presencia de figuras polémicas en la esfera pública y política, cuya propia imagen facilita estas distorsiones y contribuye al activismo oportunista, ya sea "a favor o en contra de lo que sea".

Hoy en día, la sororidad es selectiva y su aplicación depende de la tribuna desde donde se reclame. Se ha llegado a tal grado de distorsión en los discursos que incluso se debaten conceptos básicos de la realidad, desviando la atención hacia discusiones absurdas en lugar de abordar problemas reales.

El problema radica en que la exposición a estas "verdades cuestionables" es muy alta, y cuando se acompaña de una narrativa que culpa a ciertos actores políticos o institucionales, se crea una dinámica de manipulación masiva. La caricaturización de figuras públicas facilita que, primero por entretenimiento y luego por convencimiento, incluso los menos instruidos terminen adoptando estas posturas.

Dado que ya no se puede confiar ciegamente en lo que aparece en los medios, solo nos queda ser más reflexivos ante los discursos, seguir nuestra intuición y, sobre todo, priorizar nuestros valores fundamentales antes de compartir, comentar o reenviar información. En esta guerra mediática, las balas de la desinformación llegan al público mucho antes que la verdad.

Eduardo Vega
07 de marzo del 2025

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