Silvana Pareja
Generación de empleo juvenil en el Perú
Un desafío clave para el 2026

En el Perú el desempleo juvenil continúa siendo uno de los desafíos más urgentes de la agenda nacional. En el año 2024, la tasa de desempleo entre jóvenes de 15 a 24 años llegó al 8.8%. Además, más de 1.5 millones de jóvenes entre 15 y 29 años no estudian ni trabajan, conocidos como “ninis”. Esta situación refleja no solo una crisis de oportunidades, sino también una desconexión entre el sistema educativo y las necesidades reales del mercado laboral.
Uno de los principales problemas es la fuerte centralización del desarrollo económico en Lima. La capital concentra la mayoría de las inversiones, servicios y empleos formales, mientras que muchas regiones enfrentan altos niveles de informalidad y desempleo juvenil. Esta desigualdad territorial limita las posibilidades de desarrollo equitativo. Para corregir esta tendencia, es fundamental descentralizar las oportunidades mediante la creación de polos industriales y tecnológicos en regiones como Arequipa, La Libertad, Piura y Cajamarca. Sectores como la manufactura, tecnología y turismo sostenible pueden convertirse en motores regionales de empleo juvenil.
Por otro lado, la educación superior en el país presenta una brecha considerable respecto a las demandas del mercado. Muchos jóvenes egresan sin las habilidades prácticas requeridas, dificultando su inserción laboral. Programas como PROJoven han buscado cerrar esta brecha, ofreciendo formación técnica y pasantías para jóvenes en situación de pobreza. Sin embargo, se necesita una colaboración más estrecha entre el sector educativo y el mundo empresarial. La actualización de los planes de estudio y la inclusión de prácticas profesionales son medidas urgentes.
Experiencias internacionales pueden servir de guía. En Alemania, el sistema de formación dual combina teoría y práctica, facilitando la empleabilidad. Nueva Zelanda, con su programa Youth Guarantee, ofrece educación técnica gratuita para jóvenes, mientras que en Finlandia las universidades trabajan junto a empresas para adaptar sus programas a las necesidades del mercado laboral. El Perú puede adaptar estos modelos a su realidad, fortaleciendo la educación técnica, implementando programas de formación dual y creando más espacios de capacitación laboral gratuita.
Además, el país enfrenta un nuevo problema: la emigración de jóvenes calificados. En 2022, más de 420,000 peruanos, en su mayoría jóvenes, dejaron el país en busca de mejores oportunidades, lo que representa una pérdida significativa de capital humano. Esta fuga de talentos limita el desarrollo nacional y acentúa las desigualdades.
Por todo ello, es urgente que el Estado invierta de manera sostenida en políticas públicas dirigidas a la juventud. Programas como “Jóvenes Productivos” han demostrado ser efectivos, pero requieren mayor cobertura y articulación. Apostar por la juventud no es solo una cuestión de equidad, sino una estrategia inteligente para impulsar el desarrollo económico. De cara al 2026, generar empleo juvenil debe ser una prioridad política. Aprovechar el potencial de los jóvenes es clave para construir un Perú más justo, competitivo y con oportunidades reales para todos.
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