Silvana Pareja
Senado 2026: Un nuevo capítulo para la democracia peruana
Una oportunidad histórica para reformular el sistema político

La política peruana se encuentra en vísperas de una transformación institucional trascendental. En el año 2026, el país restituirá el Senado de la República, una cámara legislativa que fue suprimida en 1992 tras el autogolpe de Alberto Fujimori. Esta restauración no representa únicamente un ajuste en la arquitectura constitucional, sino un paso estratégico hacia el fortalecimiento de la democracia y la mejora del sistema de representación política en el Perú.
Desde hace más de tres décadas, el país ha funcionado bajo un modelo unicameral. Aunque este diseño legislativo no es en sí mismo ineficiente, la experiencia peruana ha evidenciado serias limitaciones en su capacidad para canalizar de forma efectiva la pluralidad social, cultural y territorial del país. En ese contexto, el retorno a la bicameralidad se justifica no solo como una corrección histórica, sino como una apuesta por una institucionalidad más reflexiva, equilibrada y representativa.
La nueva estructura bicameral contempla la creación de un Senado compuesto por 60 integrantes: 30 elegidos por voto nacional y 30 por circunscripciones regionales. Esta distribución tiene como propósito fusionar dos dimensiones esenciales de la representación: la mirada nacional, con figuras de trayectoria y consenso amplio, y la visión territorial, que permita atender las demandas específicas de cada región del país. De este modo, el Senado no solo revisará y debatirá los proyectos aprobados por la Cámara de Diputados, sino que también se constituirá en una instancia de deliberación más rigurosa y menos sujeta a las tensiones coyunturales de la política inmediata.
Además de su función legislativa, el Senado asumirá competencias de control político significativas. Entre ellas, la ratificación de altos funcionarios del Estado como los magistrados del Tribunal Constitucional o el Defensor del Pueblo, así como la evaluación de procesos de vacancia presidencial o mociones de censura. Estas atribuciones buscan evitar decisiones apresuradas y fomentar un equilibrio más sano entre poderes.
Uno de los aspectos más relevantes del nuevo diseño es el cambio en el perfil esperado de los senadores. Aquellos que postulen por el ámbito nacional deberán articular propuestas con visión de país, lo cual incentivará la participación de liderazgos con mayor preparación, trayectoria y respaldo ciudadano. Esta lógica contribuirá a elevar la calidad del debate político y a reducir la fragmentación legislativa.
El retorno del Senado, entonces, no debe verse como una simple reedición del pasado, sino como una oportunidad histórica para reformular el sistema político sobre nuevas bases de institucionalidad y gobernabilidad. Si bien los riesgos de politización persisten, el reto estará en dotar a la bicameralidad de reglas claras, contrapesos efectivos y una ciudadanía vigilante. En este nuevo escenario, el Perú tiene la posibilidad de consolidar una democracia más robusta, donde el Congreso refleje mejor la diversidad, complejidad y aspiraciones de su pueblo.
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