Alejandro Arestegui

Estados Unidos, la OTAN y Europa

Sobre el destino de la OTAN desde una visión libertaria-conservadora

Estados Unidos, la OTAN y Europa
Alejandro Arestegui
07 de marzo del 2025


Los recientes acontecimientos ocurridos en el viejo continente nos traen de nuevo la paranoia de una guerra nuclear y de un conflicto a gran escala. En todos los medios se da una enorme dicotomía entre dos discursos totalmente distintos uno del otro. La primera narrativa nos coloca del lado europeísta, donde la Unión Europea figura como los héroes de la libertad y aquellos que van a hacer frente a la tiranía rusa apoyando incondicionalmente a Ucrania.

Por otro lado, tenemos la narrativa norteamericana de la administración Trump, la cual es mucho más realista y planea una solución pacífica al conflicto iniciado con la invasión rusa de 2022, esta es la narrativa más atacada puesto que nos están haciendo creer que esto beneficiaría totalmente a Rusia y no da ninguna garantía a Ucrania de su seguridad a largo plazo, pero ¿es esto cierto? En esta lectura abordaremos la situación geopolítica de Estados Unidos frente a Europa desde una perspectiva libertaria y conservadora. 

En pleno 2025 el liberalismo-libertario es tan abierto al debate que dentro de esta misma corriente hay diversas opiniones sobre muchos temas controversiales (inmigración, aborto, posesión de drogas, etc). Sin embargo, en esta columna abordaremos la posición que sostenían y mantienen muchos de los referentes del llamado movimiento “paleolibertario”. El paleolibertarismo no es una ideología en sí sino que fue una estrategia política gestada a inicios de los noventas y que reunió a libertarios Rothbardianos con los llamados paleoconservadores para lanzar a un candidato común a las elecciones primarias del partido republicano estadounidense.

Hay que entender también el contexto histórico en el que esta alianza se gestó: era 1992 y la guerra fría acababa de culminar. En los Estados Unidos, junto con el ya conocido colectivismo y socialdemocracia promovida por el partido demócrata surgió un nuevo peligro dentro del partido republicano: los neoconservadores. Este nuevo elemento dentro del partido republicano alzaba la bandera de un rol más grande por parte del estado federal no sólo en asuntos internos sino también participar activamente en política exterior (temas que aprovecharon los enemigos de Estados Unidos para continuar con su narrativa del imperialismo estadounidense).

Asimismo, este nuevo movimiento neoconservador no veía con malos ojos el establecimiento de ciertas políticas sociales y de una mayor intervención federal en la economía de libre mercado. Ante estos hechos se alzó la voz de protesta dentro de un sector de los republicanos, los cuales pertenecían a la llamada vieja derecha (old-right), corriente de pensamiento tradicionalista que se enorgullecía de remontarse a los padres fundadores de la nación estadounidense y que mantenían posiciones claramente conservadoras, pero a su vez libertarias por su recelo y escepticismo frente a un gran estado central. 

En esta columna no voy a explayarme acerca de toda la propuesta del movimiento paleolibertario, sino que quiero concentrarme en sus propuestas acerca de geopolítica y de la particular visión acerca de las relaciones exteriores estadounidenses. Los libertarios son eminentemente pacifistas y enemigos de la intervención estatal, tanto en asuntos internos como en externos. Una vez acabada la amenaza soviética para los libertarios era más que obvio que lo primero que había que hacer era disolver la OTAN, pues esta ya carecía de su propósito fundamental. Esto iba a ir combinado a una serie de reducciones serias en presupuesto en defensa, cierre de numerosas bases militares (sobre todo en Europa) así como negociaciones con la naciente república rusa para llegar a un acuerdo sobre desnuclearización, para así acabar con esa terrible amenaza que inunda de paranoia de la gente desde hace 80 años.

Como vemos, todas estas propuestas están llenas de coherencia y sentido común, pues es completamente injusto seguir extrayendo dinero del bolsillo del contribuyente estadounidense para pagar conflictos y guerras que no son de su incumbencia. Para culminar con las propuestas de geopolítica, los paleolibertarios eran insistentes en una solución de dos estados para acabar definitivamente con el conflicto entre Israel y Palestina, así como evitar tener injerencia en países como Irak y dejar de financiar a las petro monarquías del golfo (de las cuales Arabia Saudita malversó fondos financiando a grupos islámicos radicales, provocando una década después el surgimiento del terrorismo islámico). Hasta aquí las propuestas paleolibertarias.

Casi 30 años después de acabada esta estrategia política, algunos de sus exponentes siguen escribiendo, manifestando sus opiniones en coherencia con el ideal paleolibertario. Uno de ellos, Lew Rockwell, escribió hace unos días un contundente artículo el cual está publicado en el portal del instituto Mises. En su escrito, Rockwell (tal como lo hizo en los noventas) es un férreo defensor del cierre de la OTAN: 

Nuestra política exterior tradicional era de no intervención en la política de las potencias europeas. Las grandes potencias de Europa llevan cientos de años enzarzadas en una lucha constante para evitar que una de ellas se haga con la hegemonía de todo el continente. Si una potencia se hace demasiado fuerte, las demás se equilibran contra ella. Pero los Estados Unidos decidió evitar participar en esta batalla interminable. George Washington defendió esta política en su discurso de despedida, y fue continuada por Thomas Jefferson. Recibió una declaración clásica en el discurso de John Quincy Adams en el quincuagésimo aniversario de la firma de La Declaración de Independencia… Nuestra política tradicional, por tanto, era mantenernos fuera de Europa, no impedir que una nación se convirtiera en dominante. No es asunto nuestro. Y esto no significa intentar negociar un acuerdo en la guerra de Ucrania. Significa mantenerse completamente al margen. No enviemos armas allí. Hagamos todo lo posible para volver a la no intervención en la política de poder europea.

Tal como podemos apreciar, cualquier estadounidense coherente con los ideales de los padres fundadores estaría escandalizado con todo lo nefasto que ha sido la administración Biden para tratar de solucionar los numerosos conflictos que han surgido durante su mandato. Por otra parte, la mayoría de medios cubren y defienden la narrativa europea, la cual está llena de hipocresía, doble rasero y doble moral frente a la guerra de Ucrania. Por un lado, los europeos hablan de proporcionarle a Ucrania todas las armas necesarias para defenderse, sin embargo desde hace seis meses que no se les envía misiles antiaéreos para acabar con los proyectiles rusos que se lanzan contra las ciudades ucranianas.

Desde hace ya año y medio que las fuerzas ucranianas le solicitan a Alemania el envío de los misiles pesados aire-tierra Taurus, solicitud hasta ahora denegada por el gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz. El presidente francés Macron se pone a hablar la hermandad de unión de las naciones europeas, cuando muchas veces ha desdeñado el papel de Polonia en defensa de Ucrania, ha hecho entrever la expulsión de Hungría de las decisiones de la unión y siempre se ha mantenido escéptico con el ingreso de una potencia como Turquía a la unión. Por último, tenemos a la nefasta presidenta del consejo europeo, Ursula von der Leyen, la cual anunció recientemente una enorme ayuda económica a favor de Ucrania, sin embargo, ésta no ha podido deslindarse de las acusaciones de seguir comprando gas ruso a través de terceros países, así como su pasividad para responder sobre el uso de los activos rusos congelados. 

Por eso la conclusión es certera, a los europeos les ha disgustado enormemente las formas y el modo en el que la administración Trump quiere poner fin a la guerra. Nos llenan de paranoias y de discursos llenos de falacias. “Si Ucrania cae el resto de Europa también lo hará” (completamente falso ya que Rusia ha demostrado su incompetencia para poder controlar un país, en caso quiera avanzar por Europa, un país bien armado como Polonia podría causarle una enorme derrota). Otra gran farsa es la mentira sobre la “amenaza nuclear”, ya que supuestamente los misiles nucleares no se habían eliminado para servir como disuasión ante una posible guerra, el tiempo nos ha dicho que esto no sirvió.

El tercer y último de sus argumentos falaces nos indica que el tratado que firmaría Ucrania con Estados Unidos y que iniciaría negociaciones con Rusia para lograr la paz no traería garantías de la integridad y soberanía de Ucrania, esto es completamente falso, pues sólo basta con ver la realidad en la que esta guerra terminaría. En lugar de preparar todo el dinero de ayuda para iniciar la reconstrucción del país, los europeos prefieren que miles de personas sigan muriendo en un frente que lleva estancado casi un año y medio. Por otra parte, Rusia ya muestra señales de desgaste; y aunque Putin usaría un alto el fuego como una posible propaganda mediática, los problemas que se han gestado al interior del país desde el inicio de la guerra son tan grandes que van a ser un completo dolor de cabeza para el dictador ruso.

Aunque se llegue a un alto el fuego con condiciones “favorables” para Rusia, el mundo entero ya ha sido testigo de que la supuesta maquinaria bélica rusa ha fallado en controlar todo un país y que su “operación militar especial” de tres días se transformó en una guerra prolongada que lleva ya tres años. En la próxima entrega trataremos de esbozar una mejor narrativa para poder sustentar la posición europea respecto de la guerra en Ucrania.



Alejandro Arestegui
07 de marzo del 2025

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